jueves, 23 de septiembre de 2010

Como dar un buen ejemplo a tu hijo


Los niños son pequeños aprendices y se esfuerzan en parecerse a sus maestros preferidos: sus padres. Si hay algo que no te agrada de tu hijo, mirate a ti mismo y cambialo.

Los niños transitan el mundo revolviendo sus juguetes
y cosas, intentando encontrar algo que los acerque a
sí mismos. No es una búsqueda de algo ya construido, sino más bien lo contrario. Andan indagando y probando, y en ese recorrido van armándose un traje que les siente bien. Se constituyen a sí mismos, al buscarse.

Tendrán la tendencia de tomar prestadas muchísimas cosas del entorno que los rodea, (y es que no les queda otro camino.)

Así como esponjas súper absorbentes chuparán todo el material sin procesar de los archivos que más a mano tengan. Los niños son imitadores por excelencia y sus padres… sus ejemplos.

La forma más común de ver algo de esto es en los juegos simbólicos que tienen los niños. No es difícil observar como ellos juegan a situaciones que han ocurrido en la vida real. O como juegan y repiten lo que sus padres hacen o les dicen. Así, María quiere que le compren unas cacerolas para hacer la “comida”, o Juan pide que le regalen un autito rojo como el de papá, o Alberto está empecinado en conseguir la camiseta del equipo de fútbol del que es fanático junto con su padre.

En estos casos la imitación puede hacernos un poco de cosquillas en nuestro orgullo. Es una forma simpática y pintoresca de vernos a nosotros, representados por nuestros hijos.

Pero hay otras veces en que somos ejemplos o referentes y es más difícil reconocernos en ello.

Ocurre en situaciones que lo que hacen nuestros hijos nos exaspera al punto de llegar a enojarnos con ellos o retarlos, sin que lo que hacen esté realmente mal. Allí, es donde ellos están mostrándonos que han sabido incorporar cosas nuestras y las están haciendo tal como nosotros las hacemos de ordinario. Sólo que puede costar reconocerse en aquello que nos disgusta.

Hay madres empecinadas en hacer que sus hijos “amen” la lectura. Sin embargo ellas mismas no dedican su tiempo a ello, ni han logrado tener un vínculo estrecho con los libros y con ese amor que reclaman.

Son a veces padres muy preocupados por lograr que sus hijos no pasen tanto tiempo frente al televisor, los primeros en mostrarse fascinados por tan interesante aparato.

Otros adultos piden a sus hijos que coman comidas que ellos no acostumbran comer, o piden normas de educación en la mesa que ellos no respetan comúnmente.

Muchas veces se escuchan adultos exigiendo a los niños cosas que ellos mismos no pueden hacer, o olvidan hacer, o hacen a desgano, o temen hacer; olvidando el ejemplo que trasmiten sin querer.

Otras veces los niños nos toman como referentes para hacer exactamente todo lo contrario a lo que nosotros hacemos. Atención aquí que la imitación aparece más enmascarada. Esta oposición debería llamar nuestra atención dado que aquí también los niños nos están tomando como modelos para actuar.

Cuando encontremos en nuestros hijos algo que nos molesta o nos enoja, allí mismo debemos buscarnos a nosotros. Intentemos reconocernos y encontrarnos en aquello que nos disgusta. Tal vez así nos demos cuenta de que no se trata de tener mano más dura para los retos, ni de dar tanta explicación para que cambien. Sino de empezar a cambiar nosotros en lo que les estamos mostrando. Cambiando nosotros, nuestros excelentes y amados imitadores se verán también instados a cambiar.

Hagan la prueba y… ¡buena suerte!

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