miércoles, 4 de agosto de 2010

El Rosario




La palabra rosario viene de rosa. Metafóricamente se traduce por corona de rosas, ramillete de rosas, jardín de rosas... ofrecida a María Santísima.

Rosario o Corona es el nombre que se da a la devoción de repetir un determinado número de veces alguna oración, contándolas con cuentas ensartadas en una cadena o hilo, o en los nudos hechos en una cuerda. En algunos idiomas se utilizan las expresiones "pasar las cuentas" o "contar las cuentas", para referirse al rezo del rosario.

En sentido estricto, el Rosario es la devoción a la Santísima Virgen María - autorizada y reglamentada por la Iglesia- que consiste en el rezo de 150 Avemarías, divididas en 15 decenas, rezándose al principio de cada una, un Padrenuestro y al final un Gloria, estando dedicada cada decena a la consideración de un Misterio de la vida de Jesús y de María, divididos estos Misterios en tres grupos de cinco: Gozosos, Dolorosos y Gloriosos. Se llama también así al rezo de una tercera parte, es decir, 5 decenas en las que -según el día- se medita uno de los tres grupos de Misterios, siendo ésta, la forma más común de su rezo actualmente.

Rosario, también es el nombre que damos a la sarta de cuentas, que sirve para el rezo del rosario. En algunas partes se le llama corona, camándula, cuentas o contador. Los hay completos (15 decenas) o de un tercio (5 decenas la más común entre nosotros). Generalmente, tiene una parte suelta, donde se juntan las dos puntas unidas por un "crucero", que generalmente lleva grabada alguna imagen que casi siempre es de la Virgen, por lo que algunos llaman a esta piececita: "la María". La parte suelta tiene cinco cuentas y un crucifijo. Sin formar parte del rezo oficial del Rosario, se ha convertido en parte integrante de él. En algunos países como Inglaterra y Estados Unidos usan esta parte -Crucifijo y cinco cuentas- para iniciar el rezo: Credo, Padrenuestro, 3 Avemarías y Gloria. Al final de los cinco misterios rezan la Salve. En los países ibero-americanos, las cinco cuentas se usan al final del Rosario: Padrenuestro, 3 Avemarías y Salve.

Hay también otros tipos de "rosarios" como la "Corona Franciscana" que tiene siete decenas, por los 7 gozos de Nuestra Señora. La "Corona de los Dolores" con 7 grupos de 7 cuentas, para considerar cada uno de los dolores de la Virgen; el de Santa Brígida, con 63 cuentas, por los 63 años que ella cree vivió la Virgen en la tierra: 6 decenas y 3 cuentas en la parte suelta y la "Coronilla", que tiene doce cuentas (por la corona de 12 estrellas) para las Avemarías y en la parte suelta 3 cuentas para los Padrenuestro.

El Rosario de 5 decenas se usa también para el rezo de muchos otros "rosarios" establecidos a lo largo de los siglos por la piedad popular o revelados, según el decir de algunos santos o místicos, como la Corona de la Misericordia, de las Lágrimas, del Espíritu Santo, de los ángeles, etc.

Para el rezo del rosario de la Santísima Virgen, hay también "pequeños rosarios" que tienen por objeto facilitar su rezo: "los decenarios" que traen sólo una decena de cuentas para las Avemarías y una para el Padrenuestro, los rosarios de dedo y de anillo, que son rígidos, ya sea un aro o un anillo. Son prácticos para rezar el Rosario por ejemplo, viajando, caminando o manejando y para aprovechar ratos sueltos a lo largo del día para ir "sumando decenas".

HISTORIA DEL ROSARIO

LA CORONA DE ROSAS

La costumbre griega de coronar con flores a quien se quería honrar fue adoptada por los primeros cristianos para, a su vez, honrar a los mártires. Posteriormente, cuando la iglesia dejó de ser perseguida y se multiplicaron templos e imágenes, se generalizó la práctica de coronar con ellas las imágenes de María Santísima.

Pronto hubo quienes pensaron en sustituir las flores por oraciones y ofrecerle "una corona de oraciones o alabanzas".



EL SALTERIO

Desde tiempo inmemorial los 150 Salmos de la Biblia -el Salterio- han constituido la parte más importante del Oficio divino (actualmente Liturgia de las Horas). La participación de los seglares en este rezo era algo muy difícil. La gran mayoría no sabía leer, no todos los que sabían leer sabían el latín y era además sumamente difícil contar con copias escritas. Pretender aprenderlos todos de memoria, como lo fueron muchas oraciones que a lo largo de los siglos rezaron los seglares, era tarea imposible por ser demasiado extenso el texto.

En Irlanda pronto se encontró el medio para que los seglares se uniesen a la oración de la Iglesia. Prevaleció el nombre de Salterio para referirse no sólo al rezo de los 150 salmos de la Biblia, sino también a alguna serie de 150 oraciones. La oración que sustituyó entre los seglares a los 150 salmos fue principalmente el Padrenuestro, costumbre que se extendió por toda Europa, merced a los misioneros irlandeses.

Se llamaba también al Salterio: "los tres cincuentas", ya que muchas veces se dividía en tres partes. Por ejemplo, una "serie de cincuenta salmos" -u otras oraciones si se trataba de seglares- era penitencia común y también, práctica para orar por los difuntos.


EL ROSARIUM

La devoción a Nuestra Señora fue influida también por el rezo del Oficio Divino: surgió el pequeño oficio de Nuestra Señora (Oficio Parvo), las oraciones a María en forma de salmos y, también, empezó a utilizarse para honrarla, el rezo de 150 oraciones, principalmente el saludo angélico, preludio de nuestro actual Avemaría. También se comienza a entrelazar pasajes de la vida de María a diferentes frases de alabanza. Se llamaba el "Salterio de María" cuando se trataba de 150 oraciones, y cuando sólo eran 50 empezó a llamarse "rosarium" (ramillete) nombre que se daba a una selección de escritos o a un conjunto de frases u oraciones de alabanza. Pronto se empiezan a agregar las súplicas, convirtiéndose, poco a poco, en una oración definida: la segunda parte del Avemaría.

En el siglo IV los padres del desierto utilizaban cuerdas con nudos o piedritas -en series de 50 o 100-para llevar la cuenta de sus oraciones. Sistema que es también utilizado para estos "Salterios", "Coronas" y "Ramilletes".


EL CIELO PONE "SU SELLO" AL ROSARIO

Corona, Ramillete, Salterio, Rosarium... Pasajes de la vida de Jesús y de María, alabanzas y peticiones... Nuestro actual Rosario va perfilándose...

Santo Domingo de Guzmán y posteriormente la Orden de Predicadores por él fundada, serán quienes conviertan esta oración en una devoción definida y universalmente conocida. Es precisamente en tiempos de Santo Domingo cuando el Rosario entra fuertemente a la Historia, contando, además de los elementos que entonces y ahora lo forman -cuentas, oración vocal y meditación de los Misterios- con una característica peculiar: "arma poderosa". La tradición nos habla de cómo Santo Domingo -instruido de algún modo por Nuestra Señora- utilizó con éxito esta devoción en su lucha contra la herejía (1213).


EL ROSARIO ACTUAL

En el siglo XV tres dominicos: el beato Alano de la Roche en Flandes; Jaime Sprenger y Felix Fabri en Colombia -basados en santo Domingo- le dan al Rosario la forma actual e inician las Cofradías del Rosario, a las que pronto se afiliarán cientos de miles de fieles y que perduran hasta nuestros días.


LAS ASOCIACIONES DEL ROSARIO

Los miembros de la Orden de Predicadores -fundada por Santo Domingo de Guzmán- son llamados con razón por los Papas: "custodios y propagadores de la devoción del Santísimo Rosario".

Entre las asociaciones por ellos fundadas está la "Cofradía", donde todos los asociados se unen espiritualmente para alabar a Nuestra Señora y se comprometen a rezar un rosario completo cada semana, la "Asociación del Rosario Perpetuo" donde cada asociado se compromete a rezar un rosario completo en un día y hora determinada de cada mes, o año, de manera de que siempre haya personas rezándolo, y la "Asociación del Rosario Viviente", donde enfermos, niños o personas que no pueden rezar un rosario completo, forman grupos de quince, rezando cada uno una decena mensual. Todas estas asociaciones han sido bendecidas e indulgenciadas por muchos Papas e indudablemente a ellas se debe -especialmente- la difusión del Rosario en el mundo. En la ciudad de México, en el templo de Santo Domingo se fundó la primera Cofradía de la Nueva España en 1538.



EL ROSARIO ENTRA EN LA IGLESIA

Otro hijo de Santo Domingo, santo y Papa, consciente del poder de esta devoción, la utiliza en auxilio de la civilización cristiana en peligro de ser destruida. Así, San Pío V refuerza la devoción del Rosario con el triunfo obtenido en la batalla de Lepanto (1571). En honor a esta victoria -de Nuestra Señora de las Victorias- el Papa establece la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para las confraternidades del Rosario y añade a las letanías lauretanas la invocación: "Auxilio de los Cristianos". Dos años antes, en 1569, en su carta apostólica "Consueverumt Romani Pontífices" el Papa ilustró -y en cierto modo definió- la forma tradicional del Rosario. En 1573 dio Misa propia a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Las oraciones de la Misa -que se usaron hasta la reforma post conciliar-significaron también, un pleno respaldo al Rosario. La oración Colecta se utiliza actualmente como oración final en el rezo del Rosario:

¡Oh Dios!, cuyo Unigénito Hijo, con su vida, muerte y resurrección nos alcanzó la recompensa de la vida eterna: concédenos que al recordar estos misterios del Santísimo Rosario de la Bienaventurada Virgen María, imitemos lo que nos enseñan y alcancemos lo que nos prometen, por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Todo esto significa un momento importante en la historia del Rosario ya que así entró a formar parte de la Iglesia.

Lo acontecido en Lepanto se repetirá muchas otras veces, como en Viena y Polonia (1583), donde en agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, se establece la fiesta del Dulce Nombre de María (Sept. 12) y también en Rumania (1717), donde en agradecimiento a esta nueva victoria, el Papa Clemente XI extiende universalmente la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, la que posteriormente el Papa Benedicto XIII introduce en el Breviario Romano, y San Pío X fija la fecha del 7 de octubre.


LA VIRGEN MARIA, SUS APARICIONES APROBADAS Y EL ROSARIO.

Nuestra Señora de Lourdes. En 1858 Nuestra Señora se aparece a Bernardita Soubirous en la gruta de Massabielle, en Lourdes, Francia. Bernardita, después de contemplar un rato a la hermosa señora, no sabe que hacer y saca su rosario. La Virgen sonríe y "saca el suyo". Bernardita inicia el rezo y la Virgen no reza, pero acompaña a Bernardita pasando las cuentas a cada Avemaría.

Nuestra Señora del Rosario.
En 1917 se aparece Nuestra Señora en Fátima a tres niños: Lucía, Francisco y Jacinta. Ella trae un rosario en su mano y dice:

- Mayo 13 de 1917
"...Francisco también irá al cielo, pero antes tiene que rezar muchos Rosarios"... "Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra".

- Junio 13 de 1917
"Quiero... que recen el Rosario todos los días..."

- Julio 13 de 1917
"Quiero... que continúen rezando el rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella los podrá ayudar a conseguirla".

- Agosto 19 de 1917
"Quiero... que continúen rezando el rosario todos los días".

- Septiembre 13 de 1917
"Continúen rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra".

- Octubre 13 de 1917
"Quiero decir que... soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días".

LA CORONA DE ROSAS

La costumbre griega de coronar con flores a quien se quería honrar fue adoptada por los primeros cristianos para, a su vez, honrar a los mártires. Posteriormente, cuando la iglesia dejó de ser perseguida y se multiplicaron templos e imágenes, se generalizó la práctica de coronar con ellas las imágenes de María Santísima.

Pronto hubo quienes pensaron en sustituir las flores por oraciones y ofrecerle "una corona de oraciones o alabanzas".


EL SALTERIO

Desde tiempo inmemorial los 150 Salmos de la Biblia -el Salterio- han constituido la parte más importante del Oficio divino (actualmente Liturgia de las Horas). La participación de los seglares en este rezo era algo muy difícil. La gran mayoría no sabía leer, no todos los que sabían leer sabían el latín y era además sumamente difícil contar con copias escritas. Pretender aprenderlos todos de memoria, como lo fueron muchas oraciones que a lo largo de los siglos rezaron los seglares, era tarea imposible por ser demasiado extenso el texto.

En Irlanda pronto se encontró el medio para que los seglares se uniesen a la oración de la Iglesia. Prevaleció el nombre de Salterio para referirse no sólo al rezo de los 150 salmos de la Biblia, sino también a alguna serie de 150 oraciones. La oración que sustituyó entre los seglares a los 150 salmos fue principalmente el Padrenuestro, costumbre que se extendió por toda Europa, merced a los misioneros irlandeses.

Se llamaba también al Salterio: "los tres cincuentas", ya que muchas veces se dividía en tres partes. Por ejemplo, una "serie de cincuenta salmos" -u otras oraciones si se trataba de seglares- era penitencia común y también, práctica para orar por los difuntos.


EL ROSARIUM

La devoción a Nuestra Señora fue influida también por el rezo del Oficio Divino: surgió el pequeño oficio de Nuestra Señora (Oficio Parvo), las oraciones a María en forma de salmos y, también, empezó a utilizarse para honrarla, el rezo de 150 oraciones, principalmente el saludo angélico, preludio de nuestro actual Avemaría. También se comienza a entrelazar pasajes de la vida de María a diferentes frases de alabanza. Se llamaba el "Salterio de María" cuando se trataba de 150 oraciones, y cuando sólo eran 50 empezó a llamarse "rosarium" (ramillete) nombre que se daba a una selección de escritos o a un conjunto de frases u oraciones de alabanza. Pronto se empiezan a agregar las súplicas, convirtiéndose, poco a poco, en una oración definida: la segunda parte del Avemaría.

En el siglo IV los padres del desierto utilizaban cuerdas con nudos o piedritas -en series de 50 o 100-para llevar la cuenta de sus oraciones. Sistema que es también utilizado para estos "Salterios", "Coronas" y "Ramilletes".


EL CIELO PONE "SU SELLO" AL ROSARIO

Corona, Ramillete, Salterio, Rosarium... Pasajes de la vida de Jesús y de María, alabanzas y peticiones... Nuestro actual Rosario va perfilándose...

Santo Domingo de Guzmán y posteriormente la Orden de Predicadores por él fundada, serán quienes conviertan esta oración en una devoción definida y universalmente conocida. Es precisamente en tiempos de Santo Domingo cuando el Rosario entra fuertemente a la Historia, contando, además de los elementos que entonces y ahora lo forman -cuentas, oración vocal y meditación de los Misterios- con una característica peculiar: "arma poderosa". La tradición nos habla de cómo Santo Domingo -instruido de algún modo por Nuestra Señora- utilizó con éxito esta devoción en su lucha contra la herejía (1213).


EL ROSARIO ACTUAL

En el siglo XV tres dominicos: el beato Alano de la Roche en Flandes; Jaime Sprenger y Felix Fabri en Colombia -basados en santo Domingo- le dan al Rosario la forma actual e inician las Cofradías del Rosario, a las que pronto se afiliarán cientos de miles de fieles y que perduran hasta nuestros días.


LAS ASOCIACIONES DEL ROSARIO

Los miembros de la Orden de Predicadores -fundada por Santo Domingo de Guzmán- son llamados con razón por los Papas: "custodios y propagadores de la devoción del Santísimo Rosario".

Entre las asociaciones por ellos fundadas está la "Cofradía", donde todos los asociados se unen espiritualmente para alabar a Nuestra Señora y se comprometen a rezar un rosario completo cada semana, la "Asociación del Rosario Perpetuo" donde cada asociado se compromete a rezar un rosario completo en un día y hora determinada de cada mes, o año, de manera de que siempre haya personas rezándolo, y la "Asociación del Rosario Viviente", donde enfermos, niños o personas que no pueden rezar un rosario completo, forman grupos de quince, rezando cada uno una decena mensual. Todas estas asociaciones han sido bendecidas e indulgenciadas por muchos Papas e indudablemente a ellas se debe -especialmente- la difusión del Rosario en el mundo. En la ciudad de México, en el templo de Santo Domingo se fundó la primera Cofradía de la Nueva España en 1538.


EL ROSARIO ENTRA EN LA IGLESIA

Otro hijo de Santo Domingo, santo y Papa, consciente del poder de esta devoción, la utiliza en auxilio de la civilización cristiana en peligro de ser destruida. Así, San Pío V refuerza la devoción del Rosario con el triunfo obtenido en la batalla de Lepanto (1571). En honor a esta victoria -de Nuestra Señora de las Victorias- el Papa establece la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para las confraternidades del Rosario y añade a las letanías lauretanas la invocación: "Auxilio de los Cristianos". Dos años antes, en 1569, en su carta apostólica "Consueverumt Romani Pontífices" el Papa ilustró -y en cierto modo definió- la forma tradicional del Rosario. En 1573 dio Misa propia a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Las oraciones de la Misa -que se usaron hasta la reforma post conciliar-significaron también, un pleno respaldo al Rosario. La oración Colecta se utiliza actualmente como oración final en el rezo del Rosario:

¡Oh Dios!, cuyo Unigénito Hijo, con su vida, muerte y resurrección nos alcanzó la recompensa de la vida eterna: concédenos que al recordar estos misterios del Santísimo Rosario de la Bienaventurada Virgen María, imitemos lo que nos enseñan y alcancemos lo que nos prometen, por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Todo esto significa un momento importante en la historia del Rosario ya que así entró a formar parte de la Iglesia.

Lo acontecido en Lepanto se repetirá muchas otras veces, como en Viena y Polonia (1583), donde en agradecimiento a Nuestra Señora por la victoria obtenida, se establece la fiesta del Dulce Nombre de María (Sept. 12) y también en Rumania (1717), donde en agradecimiento a esta nueva victoria, el Papa Clemente XI extiende universalmente la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, la que posteriormente el Papa Benedicto XIII introduce en el Breviario Romano, y San Pío X fija la fecha del 7 de octubre.


LA VIRGEN MARIA, SUS APARICIONES APROBADAS Y EL ROSARIO.

Nuestra Señora de Lourdes. En 1858 Nuestra Señora se aparece a Bernardita Soubirous en la gruta de Massabielle, en Lourdes, Francia. Bernardita, después de contemplar un rato a la hermosa señora, no sabe que hacer y saca su rosario. La Virgen sonríe y "saca el suyo". Bernardita inicia el rezo y la Virgen no reza, pero acompaña a Bernardita pasando las cuentas a cada Avemaría.

Nuestra Señora del Rosario.
En 1917 se aparece Nuestra Señora en Fátima a tres niños: Lucía, Francisco y Jacinta. Ella trae un rosario en su mano y dice:

- Mayo 13 de 1917
"...Francisco también irá al cielo, pero antes tiene que rezar muchos Rosarios"... "Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz en el mundo y el fin de la guerra".

- Junio 13 de 1917
"Quiero... que recen el Rosario todos los días..."

- Julio 13 de 1917
"Quiero... que continúen rezando el rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella los podrá ayudar a conseguirla".

- Agosto 19 de 1917
"Quiero... que continúen rezando el rosario todos los días".

- Septiembre 13 de 1917
"Continúen rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra".

- Octubre 13 de 1917
"Quiero decir que... soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días".

LOS PAPAS Y EL ROSARIO


La excelencia del Rosario resulta de su misma naturaleza y de los varios títulos o denominaciones con que lo distinguen los Sumos Pontífices y también, de la eficacia que éstos le asignan. Ejemplos de las opiniones sobre el rosario de los últimos Papas:


PIO IX (1846-1878)

"Que poderoso es un ejército que lleva en las manos, no una espada, sino un rosario". "Es la oración más bella, la más rica en gracias y la más agradable a la Santísima Virgen María".


EL PAPA DEL ROSARIO (1878-1903)

León XIII ha sido llamado así, por sus muchas acciones a favor del Rosario: Extendió la fiesta del Rosario a todo el mes de octubre. Agregó a las Letanías la invocación: "Reina del Santísimo Rosario, ruega por nosotros". Escribió sobre él en muchos documentos y especialmente en 11 encíclicas. En una de ellas, dice:

"Consta el rosario de dos partes bien distintas entre sí, pero íntimamente unidas sin embargo: la meditación de sus misterios y la oración vocal. Este método de rezar exige, por parte del hombre, atención especialísima; no solamente exige que procure dirigir su espíritu hacia Dios, sino que se abisme en la meditación de lo que contempla, de suerte que saque de ella normas del buen vivir y alimento de su piedad" (Jucunda Semper, Nov. 8, 1894). En otras de sus encíclicas dice del rosario:

"medio apto para renovar la fe..."

"ayuda frente a la disminución de la fe..."

"defensa de la fe..."

"sustento y robustecimiento de la fe..."

"fortaleza de la fe..."

"alimento de la fe..."

"ocasión de profesarla..."

"remedio contra los errores..."

"en cuanto a las demás virtudes, las incrementa todas..."

"remedio contra las públicas tribulaciones y contra los poderes adversos..."

"garantía de paz y tranquilidad para la Iglesia..."

"tiene virtud curativa para las almas..."



SAN PIO X (1903-1914)

"Si quieren que la paz reine en sus corazones, en sus familias y en su patria, recen diariamente en sus hogares el Santo rosario".

BENEDICTO XV (1914-1922)

Inicia su pontificado en plena guerra mundial. Pide al mundo una campaña de oración -principalmente el rosario- para que la Virgen María obtenga del Corazón de Jesús el don de la paz. Agrega a las letanías la invocación "Reina de la paz" (Mayo 5 de 1917). Días después, Nuestra Señora viene a Fátima a decirnos como obtener la paz.

PIO XI (1922-1939)

"¡Oh Corona del rosario de mi Madre!, te aprieto contra mi pecho y te beso con veneración. Tú eres el camino para alcanzar toda virtud, el tesoro de los merecimientos para el paraíso, la prenda de mi predestinación, la cadena fuerte que tiene a raya al enemigo, fuente de paz para quien te honra en vida, auspicio de victoria para quien te besa en la muerte. En aquella hora extrema, te aguardo, ¡oh Madre!; tu aparición será la señal de mi salvación; tu rosario me abrirá las puertas del Cielo".

PIO XII (1939-1958)

"El rosario es el breviario de todo el Evangelio, meditación de los misterios del Señor, sacrificio vespertino, guirnalda de rosas, himno de alabanzas, plegaria doméstica, norma de la vida cristiana, garantía cierta del poder divino, apoyo y defensa de nuestra esperada salvación" (Carta apostólica; julio 31, de 1946).

"Es nuestro deseo que esta oración se ofrezca con mayor fervor del corazón como lo exige la crecida urgencia de nuestras necesidades; conocemos muy bien la eficacia poderosísima del Rosario para obtener el auxilio maternal de la Virgen María, y aunque de ninguna manera es éste el único medio de orar y obtener su ayuda, consideramos el rezo del Santo Rosario como el más conveniente y adecuado de los medios. Y si no, ¿qué oraciones se adaptan mejor a la súplica y la alabanza, y son más bellas, que la Oración del Señor y la Salutación Angélica, las flores que forman esta mística corona? Y añadida al murmullo de estas oraciones la meditación en los Misterios Sagrados, emerge entonces una mayor ventaja, pues que todos, aún los más sencillos, tienen en el Rosario una forma pronta y fácil de alimentar y conservar su fe..." (Sep. 1951)

JUAN XXIII (1958-1963)

Acostumbraba rezar todos los días los 15 misterios. El horario definido por él para rezarlo, era respetado por encima de cualquier cosa. En su diario, leemos que considera que debe al rezo diario del Rosario, haberse mantenido siempre puro.

Lo recomienda en muchas ocasiones y en diversas documentos.

Decía: "El rosario es la Biblia de los pobres".

Fragmentos de la Carta apostólica "Il religioso convenio" sept. 29 de 1960:

"El rosario constituye una forma devota de unión con Dios y de alta devoción espiritual. Es cierto que, entre algunas almas no muy acostumbradas a elevarse por encima del homenaje puramente verbal, pueden recitarse con sucesión monótona sus tres oraciones: el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria, dispuestas conforme al orden tradicional de las quince decenas. Esto ya es algo.

Pero es sólo amaestramiento y resonancia exterior de oración confiada, mas que elevación vibrante del espíritu al coloquio con el Señor, hallado en la sublimidad y ternura de los misterios de amor misericordioso para con la humanidad entera.

La verdadera sustancia del rosario bien meditado, queda constituida por un triple elemento que otorga unidad y cohesión a la expresión vocal, descubriendo en rápida sucesión los episodios que empalman la vida de Jesús y la de María, con referencia a las distintas condiciones de las almas orantes y a las aspiraciones de la Iglesia universal.

Por cada decena del Avemaría, he aquí un cuadro, y para cada cuadro un triple acento, que al mismo tiempo entraña contemplación mística, íntima reflexión e intención piadosa.

Sobre todo, contemplación pura, luminosa, rápida de cada misterio, es decir, de aquellas verdades de la fe que nos hablan de la misión redentora de Jesús.

Contemplando de ese modo se logra una comunicación divina de pensamientos y sentimientos con la doctrina y la vida de Jesús, Hijo de María, que vivió sobre la tierra para redimirnos, instruirnos, santificarnos: en el silencio de la vida escondida, hecha de plegaria y de trabajo, en los dolores de su bienaventurada pasión, en el triunfo de su resurrección; así como en la gloria de los cielos, donde se sienta a la derecha del Padre, como en actitud de asistir y de vivificar con el Espíritu Santo la Iglesia por él fundada y que avanza en su camino a lo largo de los siglos.

El segundo elemento lo constituye la redención que se difunde de la plenitud de los misterios de Cristo con luz viva sobre el espíritu del que ora.

Cada uno halla en los distintos misterios la enseñanza oportuna y válida para sí, en orden a su propia santificación y a las condiciones en las que se halla haya, y bajo la continua luz del Espíritu Santo, que de lo profundo del alma en gracia "solicita para nosotros con gemidos inenarrables" (Rm 8,26).

Cada cual confronta su propia vida con el valor de la enseñanza que brota de estos mismos misterios, donde encuentra inagotables aplicaciones para las propias necesidades espirituales, como para las de su cotidiano vivir.

Finalmente se halla la intención: es decir, indicación de las personas, instituciones o necesidades de orden personal o social, que para un católico verdaderamente activo y piadoso repercute en el ejercicio de la caridad hacia los hermanos, caridad que se difunde en los corazones como expresión viva de la común pertenencia al Cuerpo místico de Cristo.

De tal forma el rosario se convierte en oración universal de las almas individuales y de la ingente comunidad de los redimidos, que de todos los puntos de la tierra se aúnan en una sola plegaria; sea en la invocación personal, para implorar gracias por las necesidades individuales de cada uno, como en el participar en el coro inmenso y unánime de toda la Iglesia por los grandes intereses de la humanidad entera.

La Iglesia, según la quiere el divino Redentor, se agita entre las dificultades, adversidades y tempestades de un desorden social que con frecuencia cristaliza en tenebrosa amenaza; pero sus miradas son tenaces y las energías de la naturaleza y de la gracia siempre dirigida hacia el supremo destino de la eterna felicidad.

En esto consiste el rosario mariano considerado en sus distintos elementos, reunidos conjuntamente sobre las alas de la oración vocal, y entrelazados con ella en un leve sustancioso bordado, lleno de color y de fascinación espiritual.

Las plegarias vocales adquieren sin embargo, también ellas, su plenitud; sobre todo la oración dominical, que concede al rosario entonación, sustancia y vida, y, diciéndose tras la enunciación de cada uno de los misterios, sirve para subrayar el paso de una decena a la otra; luego la salutación angélica, que encierra en sí los ecos del júbilo del cielo y de la tierra en torno a los varios cuadros de la vida de Jesús y de María; y finalmente el trisagio, repetido en profunda adoración a la Santísima Trinidad.

¡Qué‚ hermoso el rosario del niño inocente y del enfermo, de la virgen consagrada en el recogimiento del claustro o en el apostolado de la caridad, asimismo en la humildad y en el sacrificio del hombre o de la mujer padre o madre de familia, alimentados con el alto sentido de nobles y cristianas responsabilidades, de modestas familias fieles a la tradición doméstica, de almas recogidas en el silencio, y arrancadas de la vida del mundo, a la que han renunciado, y sin embargo, obligadas siempre a vivir en él, pero a manera de anacoretas, entre incertidumbres y tentaciones!

Las modernas transformaciones, sobrevenidas en cada sector de la convivencia humana, los hallazgos científicos, el mismo perfeccionamiento de la organización del trabajo, llevando al hombre a contemplar con mayor amplitud de miras y penetración sagaz la fisonomía del mundo actual, vienen despertando una nueva sensibilidad sobre las funciones y formas de la oración cristiana.

Cada alma que reza no se siente ya sola y exclusivamente ocupada en sus propios intereses de orden espiritual o temporal, sino que advierte que pertenece a todo un cuerpo social, de cuya responsabilidad participa, de cuyas ventajas goza y cuyas incertidumbres y peligros teme.

El rosario mariano, queda elevado a plegaria pública y universal frente a las necesidades ordinarias y extraordinarias de la Iglesia santa, de las naciones y del mundo entero. Hubo épocas difíciles en la historia de los pueblos, por la sucesión de los acontecimientos que abismaron en noche de lágrimas y de sangre las vicisitudes de los más poderosos estados de Europa.

Bien conocido es para cuantos siguen desde el punto de vista histórico las vicisitudes de las transformaciones políticas, el influjo ejercido por la piedad mariana en la preservación de las desventuras amenazadoras, en la búsqueda de la prosperidad y del orden social, en el testimonio de las victorias espirituales obtenidas.

Bendito rosario de María, ¡cuánta dulzura es verte manejado por las manos de los inocentes, de los sacerdotes santos, de las almas puras, de los jóvenes y de los ancianos, de cuantos aprecian el valor y la eficacia de la plegaria, levantado como emblema por multitudes innumerables y piadosas, y como estandarte portador de paz para los corazones y para toda la especie humana! (Carta ap. Religioso Convengo, Nov. 29, 1961).


CONCILIO VATICANO II

El documento Lumen Gentium sobre la Constitución de la Iglesia dedica el capítulo VIII a la Virgen María, en él se recomienda que se mantengan las devociones a la Santísima Virgen, "principalmente aquellas que han sido recomendadas por el magisterio a lo largo de los siglos".

En el primer congreso mariano celebrado poco después del Concilio, en Santo Domingo, S.S. Pablo VI envía un mensaje con su delegado, recomendando se analice esta parte del documento y declara que entre esas devociones, deben considerarse expresamente, el rezo del santo Rosario y el uso devoto del Escapulario del Carmen.

PABLO VI (1963-1978)

Además de recomendar frecuentemente el rezo del Rosario y de rezar los quince misterios diariamente, le dedicaba un capítulo de su exhortación apostólica "Marialis Cultus", de la que entresacamos algunos párrafos:

"Deseamos ahora, queridos hermanos, detenernos un poco sobre la renovación del piadoso ejercicio que ha sido llamado compendio de todo el Evangelio (Pío XII), el rosario. A él han dedicado nuestros predecesores vigilante atención y premurosa solicitud: han recomendado muchas veces su rezo frecuente, favorecido su difusión, ilustrado su naturaleza, reconocido la aptitud para desarrollar una oración contemplativa, de alabanza y de súplica; recordando al mismo tiempo, su connatural eficacia para promover la vida cristiana y el empeño apostólico. También Nos, desde la primera audiencia general de nuestro pontificado, el día 13 de julio de 1963, hemos manifestado nuestro interés por la piadosa práctica del Rosario y posteriormente hemos subrayado su valor en múltiples circunstancias, ordinarias unas, graves otras, como cuando en un momento de angustia de inseguridad publicamos la Carta Encíclica Christi Matri (15 de octubre 1969), para que se elevasen oraciones a la bienaventurada Virgen del Rosario para implorar de Dios el bien sumo de la paz; llamada que hemos renovado en nuestra Exhortación apostólica "Recurrens mensis October" (7 de octubre 1969), en la cual conmemorábamos además, el cuarto centenario de la Carta Apostólica "Consueverunt Romani Pontifices" de nuestro predecesor San Pío V.

Se ha puesto en más clara luz la índole evangélica del Rosario, en cuanto saca del Evangelio el enunciado de los misterios y las fórmulas principales; se inspira en el Evangelio para sugerir, partiendo del gozoso saludo del ángel y del religioso consentimiento de la Virgen, la actitud con que debe recitarlo el fiel...

Se ha percibido también más fácilmente cómo el ordenado y gradual desarrollo del Rosario refleja el modo mismo en que el Verbo de Dios, insiriéndose con determinación misericordiosa en las vicisitudes humanas ha realizado la redención; de ella en efecto, el Rosario considera en armónica sucesión los principales acontecimientos salvíficos que se han cumplido en Cristo: desde la concepción virginal y los misterios de la infancia hasta los momentos culminantes de la Pascua -la Pasión y la gloriosa Resurrección- y a los efectos de ella sobre la Iglesia naciente en el día de Pentecostés y sobre la Virgen en el día en que, terminado el exilio terreno, fue Asunta en cuerpo y alma a la patria celestial...

Oración evangélica, centrada en el misterio de la Encarnación redentora, el Rosario es, pues, oración de orientación profundamente cristológica. En efecto, su elemento más característico -¡la repetición litánica del Ave María!-- se convierte también en alabanza constante a Cristo, término último de la anunciación del ángel y del saludo de la madre del Bautista: Bendito el fruto de tu vientre (Lc 1.42). Diremos más; la repetición del Ave María constituye el tejido sobre el cual se desarrolla la contemplación de los misterios... Se ha sentido también con mayor urgencia la necesidad de recalcar, al mismo tiempo que el valor del elemento laudatorio y deprecatorio, la importancia de otro elemento esencial al rosario: la contemplación. Sin ésta, el rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas... Por su naturaleza, el rezo del rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezca en quien ora, la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del Corazón de Aquella que estuvo más cerca de El.

Se ha entendido, con mayor precisión, las relaciones existentes entre la Liturgia y el rosario. Se ha subrayado cómo el rosario es casi un vástago germinado sobre el tronco secular de la Liturgia cristiana, el Salterio de la Virgen, mediante el cual los humildes quedan asociados al cántico de alabanza y a la intercesión universal de la Iglesia. Si en el ánimo de algunos ha habido el deseo de ver incluido el rosario entre las expresiones litúrgicas, y en otros, una injustificada desatención hacia el mismo, hoy en día el problema tiene fácil solución a la luz de los principios del Concilio Vaticano II: celebraciones litúrgicas y piadoso ejercicio del Rosario no se deben ni contraponer ni equiparar. Toda expresión de oración resulta tanto más fecunda cuanto más conserva su verdadera naturaleza y la fisonomía que le es propia. Confirmado pues el valor preeminente de las acciones litúrgicas, no será difícil reconocer que el rosario es un piadoso ejercicio que armoniza fácilmente con la Sagrada Liturgia. En efecto, la Liturgia tiene una índole comunitaria, se nutre de la Sagrada Escritura y gravita en torno al misterio de Cristo. En un plano diverso, el rosario tiene por objeto los mismos acontecimientos salvíficos llevados a cabo por Cristo. La primera hace presentes bajo el velo de los signos y operantes de modo misterioso los Misterios más grandes de nuestra Redención; la segunda con el piadoso afecto de la contemplación evoca los mismos misterios en la mente de quien ora y estimula su voluntad a sacar de ellos normas de vida.

Establecida esta diferencia substancial, no hay quien no vea que el rosario es un piadoso ejercicio inspirado en la Liturgia y que, si es practicado según la inspiración originaria, conduce naturalmente a ella, sin traspasar su umbral. En efecto, la meditación de los misterios del Rosario, haciendo familiar a la mente y al corazón de los fieles los misterios de Cristo, puede constituir una óptima preparación a la celebración de los mismos en la acción litúrgica y convertirse después en eco prolongado.

Y ahora, en continuidad de intención con nuestros predecesores, queremos recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario en familia. El Concilio Vaticano II ha puesto en claro cómo la familia, célula primera y vital de la sociedad por la mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios, se ofrece como santuario doméstico de la Iglesia. La familia cristiana, por tanto, se presenta como una Iglesia doméstica cuando sus miembros, cada uno dentro de su propio ámbito e incumbencia, promueven juntos la justicia, practican las obras de misericordia, se dedican al servicio de los hermanos, toman parte en el apostolado de la comunidad local y se unen a su culto litúrgico; y más aún si elevan en común plegarias suplicantes a Dios, porque si fallase este elemento, faltaría el carácter mismo de familia como Iglesia doméstica. Por eso deben esforzarse para instaurar en la vida familiar la oración en común.

De acuerdo con las directrices conciliares: "conviene finalmente que la familia, en cuanto sagrario doméstico de la Iglesia, no sólo eleve preces comunes a Dios, sino también recite oportunamente algunas partes de la Liturgia de las Horas, con el fin de unirse más estrechamente a la Iglesia. Después de la celebración de la Liturgia de las Horas -cumbre a la que puede llegar la oración doméstica- no cabe duda de que el rosario a la Santísima Virgen, debe ser considerado como una de las más excelentes y eficaces oraciones comunes, que la familia cristiana esta invitada a rezar. Queremos pensar y deseamos vivamente que cuando un encuentro familiar se convierta en tiempo de oración, el rosario sea su expresión frecuente y preferida. Sabemos muy bien que las condiciones actuales de vida de los hombres no favorecen momentos de reunión familiar y que, incluso cuando esto tiene lugar, no pocas circunstancias hacen difícil convertir el encuentro de familia en ocasión para orar. Difícil, sin duda. Pero es también una característica del obrar cristiano no rendirse a los acondicionamientos ambientales, sino superarlos; no sucumbir ante ellos, sino hacerles frente. Por eso las familias que quieren vivir plenamente la vocación y la espiritualidad propia de la familia cristiana, deben desplegar toda clase de energías para marginar las fuerzas que obstaculizan el encuentro familiar y la oración en común..."

JUAN PABLO II (1978-2005)

El Santo Padre lo rezaba diariamente. Entre otros comentarios favorables dice:

"El rosario es la oración de la madurez espiritual porque es una oración completa, bíblica, cristocéntrica, resumen de toda la liturgia, aconsejada por 43 Papas, apoyada por el Concilio Vaticano II, recomendada expresamente por Puebla, querida por los Santos, practicada por toda clase de personas y generadora de muchísimos bienes". (Brasil, 1980)

"Deseo atraer la atención hacia el Rosario... El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa!, maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del ángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera.

Se puede decir que el rosario es en cierto modo un comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, en el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo y nos pone en comunicación vital con El a través, se podría decir, del corazón de Su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. De este modo, la sencilla plegaria del rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana" (Alocución dominical, oct. 29, 1978).

Tanto el rezo del ángelus, como el del rosario, deben ser para todo cristiano y más aún para las familias cristianas, como un oasis espiritual en el curso del día, para poder tomar valor y confianza" (Oct. 5, 1980).

"El Rosario es nuestra oración con María. Es la oración de María con nosotros, con los sucesores de los Apóstoles, que han constituido el comienzo del nuevo Israel, del nuevo Pueblo de Dios. Venimos, por tanto, para rezar con María; para meditar, junto con ella, los misterios que ella, como Madre, meditaba en su corazón (cf. Lc 2,19), y sigue meditando, sigue considerando. Porque esos son los "misterios" de la vida eterna. Todos tienen su dimensión escatológica. Están inmersos en Dios mismo. En ese Dios que "habita una luz inaccesible" (1 Tim 6,16), están inmersos esos misterios, tan sencillos y tan accesibles. Y tan estrechamente ligados a la historia de nuestra salvación.

Por eso, esta "oración de María" inmersa en la luz del mismo Dios, sigue al mismo tiempo abierta siempre hacia la tierra. Hacia todos los problemas humanos. Hacia los problemas de cada hombre, y, a la vez, de todas las comunidades humanas, de las familias, de las naciones; hacia los problemas internacionales de la humanidad... Esta oración de María, este Rosario, está abierto constantemente hacia toda la misión de la Iglesia, hacia sus dificultades y esperanzas, hacia las persecuciones e incomprensiones, hacia cualquier servicio que ella cumple en relación con los hombres y los pueblos.

Esta oración de María, este Rosario, es precisamente así porque desde el principio ha estado invadido por la "lógica del corazón." En efecto, la madre es corazón. Y la oración se formó en ese corazón mediante la experiencia más espléndida de que fue partícipe: mediante el misterio de la Encarnación.

Dios nos ha dado, desde hace mucho tiempo, un signo: "He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un hijo que llamará Emmanuel" (Is 7,14). Emmanuel, "que significa Dios-con-nosotros" (Mt 1,23). Con nosotros y para nosotros; "para reunir en uno todos los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11,52) (Homilía del 21 de octubre de 1979).

Dice también sobre el Rosario:

- "Nos comunica con Cristo a través de María".

- "Recurso para pedir por todo y agradecer todo".

- "Oración mental y vocal, dos alas, que el Rosario ofrece al cristiano".

- "Pregón de unión familiar con la Virgen".

- "Viviente empeño de amor a la Santísima Virgen".

LOS SANTOS Y EL ROSARIO

El rezo del Rosario es norma diaria de vida en un gran número de institutos de vida consagrada -fundados generalmente por santos- y es un hecho, también, que la devoción al Santísimo Rosario, caracteriza a todas las asociaciones, agrupaciones y movimientos marianos de la Iglesia.

Son incontables los santos que tuvieron la costumbre de rezar el Rosario. Y son muchos también, los que promovieron su rezo como San Ignacio, San Francisco, San Felipe Neri, San Francisco de Borja y cientos más. Algunos ejemplos:

SAN CARLOS BORROMEO

Arzobispo de Milán. Fue devotísimo del Rosario. Lo propagó cuanto pudo. En un concilio Provincial pidió a los Obispos sufragáneos, lo propagaran en sus diócesis. Igualmente lo pedía a sus sacerdotes. Estableció la Cofradía del Rosario.

SAN FRANCISCO XAVIER

Nunca dejó de rezar el Rosario aunque fue muy intensa su labor. Lo llevaba al cuello sobre la sotana, lo mandaba a los enfermos cuando no podía ir en persona y los enfermos así amparados, siempre tenían tiempo de recibir los sacramentos.

SAN ALFONSO MARIA DE LIGORIO,
Doctor de la Iglesia

El Rosario fue una de sus grandes devociones en honor de María. Sabido es que este signo externo del amor a la Virgen es parte integrante del hábito de los Redentoristas, que lo llevan, en sus quince decenas, pendiente del ceñidor. Pues bien, San Alfonso, aún siendo obispo, no dejó de usarlo nunca pendiente de su fajín episcopal, sin que eso le impidiera el llevar otro de cinco decenas al cuello, oculto bajo la sotana. Lo rezó durante toda su vida, y siempre de rodillas. Y siendo obispo, lo rezaba al frente de todos los moradores de palacio. Con el rosario en la mano santificaba todos sus viajes. El santo Rosario no se le caía nunca de las manos.

SAN JUAN BERCHMANS

La devoción a María -su dulce Madre María- fue el principio y fundamento de toda su vida espiritual. Se comprende así su amor al Rosario; lo rezaba de rodillas, sentado o paseando. Cuando lo rezaba estaba tan absorto en la contemplación de los misterios, que si alguno pasaba a su lado, no lo advertía.

SAN ALFONSO RODRIGUEZ

Se le formaron callos en los dedos, de tanto pasar las cuentas.

SAN LUIS MARIA GRIGNION DE MONTFORT

El gran devoto de Nuestra Señora y propagador de la consagración total a Jesús por María -esclavitud de amor- escribió "El Secreto admirable del Santísimo Rosario". En él dice: "Es práctica admirable, venida del cielo e inculcada repetidas veces por la que más desea nuestro bien. Es eficaz para convertir a los pecadores endurecidos y a los herejes más obstinados. Si tenemos buen deseo y constancia en el rezo del rosario, tendremos en esta vida la gracia; en la otra, la gloria. En los tomos puso, Dios fuerza insospechada. La del Rosario, aunque oculta y escondida, es tan grande, que no se puede medir. Hay en el Rosario energías incalculables".

SAN ANTONIO MARIA CLARET

El promotor de la devoción al Corazón de María fue gran devoto del Rosario. Los regalaba por millares, principalmente en sus recorridos misionales.

SANTA TERESA DE AVILA,
Doctora de la Iglesia

Dice en su autobiografía: "Yo procuraba soledad para rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, del que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo". Un testigo cuenta como perseveró en esta devoción: Acostumbraba la Santa Madre rezar el rosario a Nuestra Señora desde que era muy niña; y en lo último de su vida, sabe esta declarante, como testigo ocular, que por enfermedad que tuviese ni ocupaciones, no dejaba de rezarle, aunque fuese a las doce o a la una de la noche".

SAN FRANCISCO DE SALES,
Doctor de la Iglesia

Aseguraba que el Rosario es la mejor manera de orar. Hizo voto de rezar sus quince decenas diariamente y por cansado que estuviese nunca se acostó sin cumplirlo.

SAN JUAN BOSCO

San Juan Bosco decía que todas sus obras estaban fundadas sobre la devoción a la Virgen María. Su amor profundo por la oración cristiana del Santo Rosario, llegaba al punto de arrancarle la afirmación de que esa práctica era señal de predestinación. En sus últimos días su cara se iba iluminando al rezarlo.

BEATO BARTOLO LONGO

En respuesta a la invitación del cielo de propagar la devoción del santo rosario, lo promovió intensamente en Pompeya, Italia (1875) misión que lo ayudó a reparar su tremendo alejamiento de Dios anterior y a alcanzar la santidad. La presencia maternal de la Santísima Virgen se manifestó a través del cuadro de Nuestra Señora del Rosario, que él llevó a la primera capillita -que es ahora una hermosa, grande y frecuentada Basílica- y significó una abundante lluvia de gracias y conversiones.

LOS ELEMENTOS DEL ROSARIO

LA REPETICION

Orar es comunicarse con Dios. Esta comunicación es vida y puede expresarse de muchas maneras distintas.

Una es cuando expresamos algo a Dios con nuestras propias palabras: una necesidad, un sentimiento, una petición, arrepentimiento, agradecimiento... Dichas estas palabras con sinceridad podemos decir que salen del corazón y así no se les podrá aplicar la advertencia de Jesús respecto al exceso de palabras: "como hacen los paganos" (Mt 6,7), que podemos aplicar a las palabras vacías de sentimiento y significado personal. Somos escuchados no por muchas o pocas palabras, sino cuando es el corazón, la voluntad, la que se dirige al Creador y Señor de la tierra, a un Dios al que, no obstante toda su grandeza, nos invita a llamarle Padre y a hacerle "violencia".

Otra manera es cuando, mas que decir lo que tenemos en el corazón, simplemente nos ponemos en la presencia del Señor. Esta oración tiende a decir cada vez menos palabras. Quizá una simple palabra o frase repetida que tiene la función de ayudar el impulso interior para que encuentre su camino, y desaparece apenas ha prestado su servicio.

Otra forma es cuando se trata de estar ante Dios, de un servirle, reencontrarse y apaciguarse interiormente, en modo tal, que la palabra constituya casi como el lecho del río por el cual discurre la plegaria, y la fuerza que la tiene en movimiento. En este caso no aparecerán nuevas palabras, sino que volverán las mismas. La repetición será meramente la forma exterior de la plegaria, y no tendrá otra finalidad que la de hacer que el movimiento interior se vuelva poco a poco más calmado y más pleno. Oración de este género, son por ejemplo las letanías con sus alabanzas y sus peticiones, entre las que el pensamiento se mueve apenas: es una forma antiquísima que se conoce ya en el cristianismo primitivo. Otra forma parecida se encuentra en el caso de los salmos, cuando entre los diferentes versículos se intercala un estribillo repetido, llamado "antífona". Este uso aparece también ya en los primeros tiempos. A esta forma de plegaria pertenece el rezo del Rosario.

Se podría objetar que estas repeticiones podrían convertir la oración en algo meramente exterior; tal cosa puede suceder, pero significaría que se ha entendido mal, porque la repetición tiene su significado vital. ¿No es acaso un elemento de la vida? ¿Qué otra cosa es el palpitar del corazón sino repeticiones? Siempre el mismo contraerse y dilatarse que justamente es lo que hace circular la sangre por el cuerpo. ¿Qué cosa es la respiración, sino repeticiones? Siempre el mismo inspirar y expirar, que constituye nuestra vida. Toda nuestra existencia, ¿no está acaso ordenada y sostenida por un ritmo de intercambio y retorno? Cada día el sol nace y se pone, con la aurora y el ocaso; cada año la naturaleza se renueva en la Primavera, alcanzando luego su clímax para decaer posteriormente. ¿Qué cosa podemos objetar contra estas y otras repeticiones? Estas son del orden dentro del cual nos movemos, y en el que el íntimo germen se desarrolla y toma cuerpo. Todo aquello que vive se realiza en los ritmos de las circunstancias exteriores y de la actuación interior; ¿por qué no tendría también su puesto en la vida religiosa, aquello que es legítimo en todas las otras formas de vida?

El Rosario representa una forma particular de vida religiosa. Cualquiera puede declarar que no sabe usarla o que personalmente no se le acomoda. Pero nadie puede decir que esta oración no tiene sentido o que no sea cristiana, pues lo único que daría a conocer, es que no entiende que se trata esta oración. (Tomado de Romano Guardini "El Rosario de María")

El ritmo de la repetición, es decir, del rezo, es vital. Para que cumpla su función requiere que sea tranquilo y pausado. Que favorezca la quietud y el recogimiento interior. A Santa Catalina Labouré -a quien la Virgen pidió la Medalla Milagrosa y dio muchos consejos para su vida espiritual- nunca le parecía que el rosario se rezara lo suficientemente despacio.


ORACIONES ANTES DEL ROSARIO


El rosario propiamente dicho consta tan sólo de sus 15 decenas de Avemarías con sus respectivos Padrenuestros y Gloria. Sin embargo, es uso común -y muy recomendable- acompañarlo de algunas oraciones y prácticas.

La Señal de la Cruz

La Cruz es la "señal" del cristiano. Santiguarse -expresión popular de santificarse- es darse, consagrarse a Dios. Hacer en nosotros la señal de la Cruz, es como sellarnos con la marca y el nombre de Dios. Es declararnos cristianos y reconocernos criaturas y propiedad de Dios. Iniciar un acto de culto o cualquier actividad santiguándonos, es pues, querer hacer las cosas por y para Dios. Es entregárselas, querer hacerlas cristianas y cristianamente. Por eso, el Rosario se inicia -y se termina- con la señal de Cruz y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando la Santísima Virgen se apareció en Lourdes, Francia, se santiguó, guiando a Bernardita a hacerlo. A muchas personas llamó la atención después, esas cruces, "amplias, luminosas y solemnes" con las que Bernardita se santiguaba; tan diferentes a esos "garabatos" rápidos que a veces hacemos nosotros.

El acto de contrición

La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La gracia, uniéndonos a Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y por consiguiente su mérito. Crecer en santidad, es crecer en caridad. La aceptación de la voluntad de Dios, las buenas obras y la oración, son cosas que nos ayudan y disponen a recibir el don del aumento de la caridad. El pecado mortal destruye en nosotros la caridad, sin la cual, la bienaventuranza eterna es imposible. El pecado venial debilita la caridad. Por ello, un sincero y perfecto acto de contrición -que borra los pecados veniales y aún los mortales cuando lleva consigo la disposición a la confesión inmediata- es una preparación ideal antes de una acción u oración por la que esperamos alcanzar la unión con el Señor, gracias, méritos o indulgencias. Cualquier fórmula es buena. Lo importante es la contrición del corazón.

Otras oraciones

Que también es frecuente rezar antes del Rosario

La invocación al Espíritu Santo, o éstas, que son comunes a diversos actos de culto:

- Abre Señor mis labios,
- y mi boca proclamará tu alabanza.

- Dios mío ven en mi auxilio,
- Señor, date prisa en socorrerme.

- Gloria al Padre...

Las Oraciones enseñadas y recomendadas por la Virgen y el ángel en Fátima:

- ¡Dios Mío!, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.

- Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación de todos los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que él mismo es ofendido, y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores.

- ¡Oh, Jesús mío, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María.

El Credo, que es la profesión de nuestra fe. Recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la Iglesia que nos trasmite la fe y en el seno de la cual creemos.



LAS ORACIONES PROPIAS

"Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que de simiente al sembrador y pan para comer, así será mi PALABRA, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié". (Is 55, 10-11)


El Padrenuestro

En la respuesta a la petición de sus discípulos ("Señor enséñanos a orar", Lc 11,1). Jesús nos entrega la oración cristiana fundamental, el "Padrenuestro".

La Oración dominical, llamada así porque nos viene del Señor, es, en verdad, el resumen de su Evangelio, "la más perfecta de las oraciones" (Sto. Tomas de Aquino s. th. 2-2,83,9). Es el corazón de las Sagradas Escrituras.

"En esta plegaria Jesús formuló un modelo de oración concreto y al mismo tiempo universal. De hecho, todo lo que se puede y se debe decir al Padre está encerrado en sus siete peticiones. Hay en ellas una sencillez tal que hasta un niño las aprende, pero al mismo tiempo una profundidad tal, que se puede consumir una vida entera en meditar su sentido" (Juan Pablo II).

"Las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos.

Al pedir "Santificado sea tu Nombre" entramos en el plan de Dios, la santificación de su Nombre -revelado a Moisés, después en Jesús- por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación y en cada hombre.

En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios. También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el "hoy" de nuestras vidas.

En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en la vida del mundo.

En la cuarta petición, al decir "danos", expresamos, en comunión con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en nuestro Padre del cielo. "Nuestro pan" designa el alimento terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa también el Pan de Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el "hoy" de Dios, como el alimento indispensable, lo más esencial del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía.

La quinta petición implora para nuestras ofensas la misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a ejemplo y con la ayuda de Cristo.

Al decir: "No nos dejes caer en la tentación", pedimos a Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fortaleza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia final.

En la última petición, "y líbranos del mal", el cristiano pide a Dios con la Iglesia que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el "príncipe de este mundo", sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación.

Con el "Amén" final expresamos nuestro "fiat" respecto a las siete peticiones: "Así sea"". (CIC 2857-2865)


El Avemaría

En virtud de su cooperación singular con la acción del Espíritu Santo, la Iglesia ora también en comunión con la Virgen María para ensalzar con ella, las maravillas que Dios ha realizado en ella y para confiarle súplicas y alabanzas. María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos (cf. Jn 19.27) a la Madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. La Iglesia se une a María en la esperanza (cf. LG 68,69).

"Dios te salve, María (Alégrate María)". La salutación del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf. Lc 1,48) y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.

"Llena de gracia, el Señor es contigo". Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de ti" (So 3,14-17a). María, en quien habita el Señor, es en persona la hija de Sión, el Arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor; es la "morada de Dios entre los hombres" (Ap 21,3). Llena de gracia, se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que ella entregará al mundo.

"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. Llena del Espíritu Santo (Lc 1,41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (Lc 1,48): Bienaventurada la que ha creído..." (Lc 1,45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las naciones de la tierra" (Gn 12,3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.

"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros..." Con Isabel, nos maravillamos y decimos: ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? (Lc 1,43) porque nos da a Jesús su hijo. María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y peticiones: ora por nosotros como ella oró por sí misma: Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38). Confiándonos a su oración nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".

"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que está‚ presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo, y que en la hora de nuestro tránsito, nos acoja como madre nuestra (cf. Jn 19,27), para conducirnos con su Hijo Jesús, al Paraíso. (CIC 2676-2677)


El Gloria

La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por El mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe, antes de verle en la Gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. (CIC 2639)

LAS JACULATORIAS

"Ningún ímpetu de amor, ninguna invocación jaculatoria se escapa de subir al Cielo, sin redescender, como un rocío bienhechor, y actuar sobre todo el Cuerpo Místico, y beneficiar al mundo entero" (Pío XII).

En muchas partes del mundo se reza alguna jaculatoria después del Gloria. Las más comunes en México son:

La clásica jaculatoria dominica, que es -con ligeras variantes de traducción- la única jaculatoria indulgenciada actualmente. (Indulgencia parcial):

- María Madre de gracia, Madre de misericordia,
- en la vida y en la muerte, ampárame gran Señora.

Alguna de las jaculatorias con las que el Pueblo de Dios expresó su adhesión al dogma de la Inmaculada Concepción -declarado el siglo pasado- y que se hicieron muy comunes desde entonces, especialmente esta:

- Por tu limpia concepción, ¡oh soberana Princesa!,
- una muy grande pureza, te pido de Corazón.

Esta jaculatoria, o alguna similar, ya que es frecuente ofrecer el rezo del Rosario -parcial o totalmente- como sufragio por los difuntos:

- Dales Señor el eterno descanso,
- y luzca para ellos la eterna luz.

La oración pedida por la Virgen para la Medalla Milagrosa, es rezada en algunas partes:

- ¡Oh María sin pecado concebida!
- ruega por nosotros que recurrimos a ti.

En sus apariciones en Fátima, la Santísima Virgen pidió se rezara la oración que sigue, después de cada decena, (en Akita, Japón -revelaciones aprobadas por el obispo del lugar- la Virgen volvió a decir que desea se rece esta jaculatoria, 1973).

La redacción escrita aquí, es la misma anotada en los primeros interrogatorios que el Párroco de Fátima hizo a los niños, es igualmente descrita así por la Hermana Lucia en diversas entrevistas y anotada -de su puño y letra en sus Memorias- como la fórmula dicha por la Virgen. Esta misma fórmula -una frase dicha por quien dirige el Rosario y la otra por todos los participantes- es como se reza en el Santuario de Fátima en Portugal.

El Excmo. Sr. Amaral, tercer Obispo de Fátima (oct. 72 a feb. 93), -como custodio del Mensaje- ha cuidado y recomendado que éste se conozca, viva y difunda "tal como salió de los labios de Nuestra Señora". Y aunque su preocupación ha estado dirigida principalmente a cuidar la pureza espiritual del Mensaje, lo ha llevado también a restablecer la fórmula original de esta oración -cambiada en diversas formas a lo largo de los años- para que se rece tal como los niños nos dicen que salió de los labios de la Virgen. Por lo que el Ejército Azul de México invita a todos sus miembros a utilizar esta fórmula y a ofrecer a María Santísima el esfuerzo que nos cueste romper la costumbre de decirla de otro modo, uniéndonos en oración a los millares de Peregrinos que cada día, la recitan en Fátima y en muchas partes del mundo -conscientes de que la Virgen nos la pide- y haciendo nuestra la intención que Ella tiene al pedirla.

- ¡Oh Jesús mío!, perdónanos, líbranos del fuego del infierno,
- lleva todas las almas al cielo especialmente a las más necesitadas.



ORACIONES DESPUES DEL ROSARIO

Las últimas oraciones Según la costumbre en México incluyen -con algunas jaculatorias como las que siguen o ninguna- el Padrenuestro, tres Avemarías y la Salve. La devoción del rezo diario de "las tres Avemarías", originada en el siglo XIII con las revelaciones a Santa Matilde, y con una impresionante historia y tradición de continuas y grandes gracias para quienes la viven, ha dado origen -muy probablemente- a la tradición de agregarla al rezo del Rosario. La salve, que después del Avemaría es la oración más querida por el pueblo cristiano, cierra -prácticamente en todo el mundo- las oraciones del Rosario. En muchas ocasiones y generalmente cuando el rezo es solemne.


La Salve

- ¡Oh soberano Santuario, Sagrario del Verbo Eterno!,
- libra Virgen, del infierno a los que rezan tu Rosario.
- Emperatriz poderosa de los mortales consuelo,
- ábrenos Señora el cielo con una muerte dichosa.
- Padre Nuestro...
- Dios te salve María Santísima, Hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto, en tus manos ponemos nuestra fe para que la ilumines, llena eres de gracia...
- Dios te salve María Santísima, Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto, en tus manos ponemos nuestra esperanza para que la alientes, llena eres de gracia...
- Dios te salve María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen purísima después del parto, en tus manos ponemos nuestra caridad para que la inflames, llena eres de gracia...
- Dios te salve María Santísima, Templo, Trono y Sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen concebida sin pecado original, Dios te salve Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra...


Las Letanías

Cadena de alabanzas a Nuestra Señora. Cada invocación nos permite conocer un poquito más de la Virgen Santísima y expresarle nuestro amor... Cada invocación aumenta nuestra confianza y nos llena de gozo... Cada invocación nos permite hacerle una súplica:

"ruega por nosotros".

Hay dos letanías autorizadas:

Letanías Lauretanas.

Llamadas así por ser las que se rezaban en la Santa Casa de Loreto. El primero en publicarlas fue San Pedro Canisio (1557). El Papa Clemente VIII (1601) mandó que fuesen las que se rezasen al final del Rosario. A partir de entonces, se le han ido agregando algunas invocaciones.

Las Nuevas Letanías

Aprobadas el 25 de marzo de 1981 que contienen algunas invocaciones de las lauretanas, más otras inspiradas en expresiones usadas en el Concilio Vaticano II refiriéndose a la Santísima Virgen. Las letanías de la Coronación (también aprobadas son las nuevas con cuatro o cinco invocaciones más).


LA MEDITACION DE LOS MISTERIOS

Los quince misterios

De entre los muchos Misterios de la vida de Jesús y María, se han escogido estos tres grupos que nos representan la Encarnación del Verbo divino y el Misterio Pascual.


MISTERIOS GOZOSOS.

Misterios que nos presentan a Jesús, que se hace hombre y nace de María, para reconciliar a los hombres con Dios e instaurar una nueva vida en el mundo. Misterios de fe que nos estimulan a luchar por una familia más unida, por una Iglesia más abierta al amor universal, por un mundo más pacífico, por una vida renovada en la unidad, el amor y la paz. Misterios que nos guían al cumplimiento de nuestros deberes y a santificar nuestro quehacer cotidiano.

1. La Anunciación del Señor.
Vas a concebir y a dar a luz a un hijo a quien pondrás por nombre Jesús.

Lc 1,26-38; Jn 1,6-18; Gn 3,14-15; Is 7,10-15; Is 40,1-11

2. La Visitación de Nuestra Señora.
Entró María en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Lc 1,39-56; Cn 2,8-14; Mt 11, 2-10; Jn 1,19-28; Lc 1,68-79; Is 8,6-13; Is 11, 1-10

3. La Natividad del Señor.
Dio a luz a su hijo primogénito y lo acostó en un pesebre.

Lc 2,1-20; Mt 1,18-25; 2,1-13; Ti 2,11-15; Is 9,1-7; Is 60,1-12

4. La Presentación del Señor.
Cuando llevaron a Jesús sus padres, para consagrarlo al Señor, Simeón le tomó en sus brazos y bendijo a Dios.

Lc 2,22-35; Hb 10,1-10; Mal 3,1-4

5. El Niño perdido y hallado en el Templo.
Buscando a Jesús sus padres, le encontraron en medio de los doctores.

Lc 2,41-52; Jn 7,14-18; Cl 1; Is 61


MISTERIOS DOLOROSOS.

Misterios que nos presentan a Cristo, varón de dolores, por cuya muerte en la cruz fuimos reconciliados; y a María, al pie de la Cruz, colaboradora fiel de Cristo en la Redención. Misterios de amor que nos invitan a aceptar los dolores y sufrimientos de esta vida, y a extender por todo el mundo el reino de salvación instaurado por Cristo: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz. Misterios que nos invitan a ofrecer nuestro ser y nuestro quehacer, en unión con Jesús, para reparar los pecados del mundo.

1. La Oración en el Huerto.
Comenzó a contristarse; y el sudor en el huerto parecían gotas de sangre.

Lc 22,39-53; 11,1-13; Mt 26,26-49; MR 14,32-42; Jn 18,1-12; Rm 5,13-21; Sal 42; Is 51,1-8

2. La Flagelación del Señor.
Pilato apresó a Jesús y lo flageló.

Mt 27,20-26; MR 15,6-15; Lc 22,54-71; 23,1-25; Rm 8,26-39; Sal 37; Hb 9,11-15; Is 52,7-15; Is 50,1-8

3. La Coronación de Espinas.
Los soldados, trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza.

Mt 27,27-31; Jn 18,33-37; Is 51,9-12; Fi 2,5-11

4. Jesús con la Cruz a cuestas.
Cargaron sobre sus hombros una pesada Cruz.

Lc 23,26-31; Jn 19, 14-24; Mt 27,32-34; Pe 2,20-25; Is 53; Is 63,1-6

5. La Crucifixión y Muerte del Señor.
Fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz.

Jn 19,25-37; Jn 13,13-21; Jn 12,3-36; Mt 27,35-66; Lc 32-23,52; Mr 15, 23-37


MISTERIOS GLORIOSOS.

Misterios que nos presentan a Jesucristo, resucitado y glorioso, portador de la vida nueva; y a María Asunta al Cielo, Reina y Madre de la Iglesia, que desde el cielo sigue amando y protegiendo a sus hijos. Misterios de esperanza, que nos animan a renovar nuestra vida cristiana para que, muertos al pecado y reconciliados con Dios y con los hermanos, busquemos las cosas de arriba, donde Jesús y María nos esperan.

1. La Resurrección del Señor.
Alégrate Virgen María. Cristo resucitó como lo había dicho. ¡Aleluya!

Mt 28,1-8; Jn 20,19-29; Jn 20,3-10; Lc 24,13-35; 1Co 15,51-57; Hch 8,26-40; Rm 6; Sal 117

2. La Ascensión del Señor.
Entre voces de júbilo Dios asciende a su trono. ¡Aleluya!

Luc 24, 44-53; Mr 16,14-19; Hch 1,10-14; Col 2,14; Mac 16, 14-20

3. La Venida del Espíritu Santo.
El Amor de Dios ha sido infundido en nuestros corazones, por el Espíritu Santo, que habita en nosotros. ¡Aleluya!

Hch 2, 1-21; Ap 22,10-17; Jn 16,5-15 4. La Asunción de María Santísima. De pie, a tu derecha está la reina. ¡Aleluya!

Lc 1,46-50; Ap 12,2; Co 5,1-10; Sam 2,1-10; Sal 44

4. La Asunción de María Santísima.
De pie, a tu derecha está la reina. ¡Aleluya!

Lc 1,46-50; Ap 12,2; Co 5,1-10; Sam 2,1-10; Sal 44

5. La Coronación de la Santísima Virgen.
Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. ¡Aleluya!

Ap 21,1-14; 12,1-5; 19,4-16; Sal 86; Cant 2,8-14, Sal 45,14-18.

La Meditación

Hay cuatro pasos vitales para la meditación:

- El convencimiento de que es necesario y el interés y disposición de hacerlo.

- Entender que las dificultades pueden vencerse.

- Saber hacerlo. Para esto es muy importante conocer los misterios.

- Querer hacerlo, intentarlo, practicarlo. Definir hora y lugar adecuados. (Por supuesto, ¡no a la hora de dormir!).

No basta aprender de memoria y por orden los quince títulos de los misterios y su distribución. Es preciso enterarse de su historia, significado, importancia, ejemplaridad práctica, etc.

Hay que conocer los 4 Evangelios: Evangelio según San Mateo, según San Lucas, según San Marcos y según San Juan. Y entonces profundizarlos con: "El Evangelio según María", y ese, es el Rosario. En él se contempla a Cristo "a través del Corazón de Aquélla que estuvo más cerca de El".

Meditar los Misterios es introducirse en la escena, revivirla, hacernos protagonistas, mientras se ora repitiendo, despacio, sin correr, las oraciones. Es como una canción a María; tiene el mismo ritmo que una melodía, un mismo estribillo que se va repitiendo sobre el fondo cambiante de los misterios.

Meditar mientras se reza puede ser fácil para el que, dotado de sensibilidad y fuerte imaginación, es capaz de conservar la imagen mientras fluyen las palabras, y de reencontrar la propia existencia en la figura sagrada que se contempla; y difícil, en cambio, para el que en medio de la agitación contemporánea, ha perdido la capacidad de contemplar las realidades interiores. Este debe superar dificultades y ejercitarse para aprender gradualmente lo que para otros puede ser espontáneo.

Hay que dejar inquietudes. El Rosario es una plegaria que necesita calma; para ella se necesita tomar tiempo, no sólo en el sentido externo de los minutos, sino también en el sentido interno. Quien quiera rezarlo bien, debe dejar de lado todo afán, y crear una íntima tranquilidad. Esto es necesario, ya sea que se disponga de diez minutos o de treinta. Se requiere, también, llevar todo el ser a la oración.

El Rosario es oración, no discurso. El discurso es útil en cuanto descubre la doctrina, el bien del misterio y mueve la voluntad a amar. El razonamiento debe terminar en actos de voluntad: afectos y propósitos.

Para ir "descubriendo cada misterio" se pueden hacer lecturas -más o menos largas- antes de cada decena, bíblicas o reflexiones. Un momento de silencio al terminar es importante. En él empieza propiamente la meditación.

Del Rosario a la Oración personal

Locución personal es el hablar de persona a persona, con palabras que ambas entienden y que conscientemente pronuncian, y por las que consiguen expresar lo que por dentro tienen. Una conversación así, está pidiendo dos seres conscientes. Más aún: dos seres que no están distraídos en el momento que hablan o en el momento que escuchan.

Por eso no hay "comunicación personal" en el hecho de escuchar un cassette o un disco; ni en las palabras que alguien dice dormido o distraído y otro escucha. Si habrá "comunicación personal" en los ademanes significativos, pero mudos, con los que pretendamos hacer conocer algo.

La oración llamada mental es una comunicación mía con Dios, así: personal y consciente con mi Padre Dios, o con otro personaje celeste.

El que rece el Rosario en la manera que indicamos u otra parecida, está ya en el umbral de la ORACION PERSONAL.

"¿Por qué‚ quedarse en el umbral -exhortaba Pablo VI- y no pasar adelante a entablar un diálogo directo, nuestro, sincero, con el Señor?" "Está muy bien que conservemos estos elementales actos religiosos, como toma diaria de conciencia de nuestro carácter cristiano. Sigamos recitando las oraciones cotidianas con esa sencillez de niño que quisiéramos adornara y caracterizara nuestra vida".

"Pero, ¿son suficientes esas pocas fórmulas siempre iguales, y a menudo vocales más que espirituales, para dar a nuestra existencia un profundo significado religioso? ¿Su auténtico y actual tono espiritual? ¿Su personal y original diálogo con el misterio divino? Quien profesa con sinceridad los propios sentimientos religiosos, advierte que le falta algo a esa oración convencional. Ella se convierte en un acto puramente exterior; una cita entre dos ausentes: Dios y el corazón. ¨Y que‚ diremos de quienes incluso dejan de recordar la cita, se habitúan a olvidarla?" Hoy se da "total o casi total ausencia de oración en muchísimos... Hay quien afirma que el hombre moderno es así: sin oración personal..." Y no es cierto, "porque el hombre auténtico, el hombre verdadero, está esencialmente orientado hacia una búsqueda y una relación con Dios, y por lo mismo, anhela y es capaz de oración personal".

La Oración-dardo. A este hombre moderno "necesitado de lo sobrenatural y hasta con frecuencia ávido de oración personal", exhortaba Pablo VI "a la práctica de algo que es al menos la expresión mínima de nuestra conversación con Dios", "la oración-dardo", la invocación casi explosiva que puede brotar del alma. Las personas piadosas la llaman jaculatoria (iáculum significa dardo, en latín), invocación, gemido o grito, que puede brotar incluso de un espíritu no habituado al diálogo religioso. Este género de oración tiene una fenomenolología interesantísima en la crónica del Reino de Dios, empezando por aquella del así llamado Buen Ladrón, quien con implorar una sola vez, arranca a Cristo crucificado y moribundo, la propia salvación: "¡Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino!"...hasta el testimonio de André Frossard, todavía vivo, que lleva por título: "¡Dios existe, yo lo he encontrado!" (Fayard 1969).

Pero el mismo dardo puede ser lanzado muchas veces, y no se despunta: la misma fase puede ser repetida, a modo de disco rayado. Saber que se puede repetir así, con devoción y sin cansancio, cincuenta veces, cien y más, equivale a descubrir un modo fácil de prolongar mi comunicación con Dios. El mismo Evangelio nos pone el modelo de frases que se dijeron muchas veces: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mt 26,39). Otras que se ve que se dijeron tanto, que hasta provocaron la impaciencia de quienes rodeaban a Jesús, como en el caso de la mujer cananea:

"Señor, Hijo de David, ten piedad de mí, porque mi hija es atormentada por el demonio" (Mt 15,21), o el de los ciegos de Jericó: "Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros" (Mt 20,30). Verosímilmente otras muchas veces el entusiasmo o la angustia multiplicó los gritos con que se aclamaba o se imploraba a Jesús. Apenas hay frase dirigida a El, en el Evangelio, que no pueda ser repetida por nosotros, en circunstancias análogas: "Señor, sálvanos, que perecemos" (Mt 8,25); "Señor, que yo vea" (Mc 1,51); "Señor, si quieres, puedes limpiarme" (Lc 5,12).

En defensa de la repetición: "En la oración pasa como en el amor -dice Carlo Carreto (Cartas del Desierto pág. 62)- al principio abundan las palabras. Las discusiones son de los primeros tiempos. Después se hace silencio y nos entendemos por monosílabos. En las dificultades es suficiente un gesto, una mirada, una insignificancia: basta amarse. Viene después el tiempo en que la palabra está de más y la meditación es pesada, casi imposible. Es el tiempo de la oración de simplicidad, tiempo en el que el alma conversa con Dios con una simple mirada amorosa. En este período florece la llamada Oración Litánica, es decir, repetición hasta el infinito de expresiones idénticas, pobres de palabras, pero ricas, riquísimas de contenido. Y es extraño cómo en esa oración litánica, monótona, sencilla, el alma se encuentra a gusto, como si fuera acunada en los brazos de Dios".

San Agustín, en el siglo IV, habla de estas oraciones ágiles y breves: "Dicen que los monjes de Egipto oran con frecuencia, pero con frases brevísimas que lanzan como dardo". Y explica por qué son así: "Para que el espíritu, atento como debe mantenerlo quien ora, no se distraiga en frases más complicadas". Y parece indicar que las emplean en forma litánica: "Mientras pueda mantener la atención, no hay por qué cortarla. No, no hay que orar con inútil palabrería: pero no hay por qué cesar, si podemos mantener la atención" (Carta a Bona, en el Breviario, lunes de la semana XXIX).

Tais, la pecadora de Alejandría convertida, oraba sin cesar: "Tú que me formaste, ten misericordia de mí". A san Francisco le oyeron estar repitiendo toda una noche: "Mi Dios y mi todo".

A veces ayuda mucho "contar" las frases que voy diciendo. No precisamente para llevar la cuenta, sino para distraerme menos, y porque las cuentas dan testimonio del tiempo que llevo ya orando. ¡Antes me parecía imposible durar cinco minutos hablando por mi cuenta a Dios! El rosario también me animaba a acabar de pasar sus 50 o sus 150 cuentas, y quizá a repasarlo.

Ya se entiende que esta frase que puedo repetir con gusto y devoción no es una frase cualquiera, sino que es como resumen de algo que a mí me dice mucho, ya desde el principio; pero que me va diciendo cada vez más, al repetirla.

En general, supuesta la gracia de Dios, sin la cual NADA, ni menos algo tan divino como conversar con El podemos hacer, el que una frase repetida pueda servirnos para orar depende de que su contenido lo hayamos ya, en realidad, pensado mucho o que por alguna circunstancia nos haya hecho gran impacto. Pero, recíprocamente, repitiéndola, hemos seguido pensándola y nos hemos penetrado más de su contenido, y la repetimos con más fervor.

Por esta razón, prácticas muy serias como el ordinario de la Misa, las grandes verdades que se ahondan en los Ejercicios Ignacianos, el recorrido del Vía crucis y la contemplación de los misterios de la Vida de Cristo en el Rosario, pueden beneficiarse del método tan sencillo de estos discos rayados en que una frase, la que por el momento interesa, la repitamos y repitamos, diciéndosela a Dios: oramos pero pensamos más en aquello. También oraciones que se tornaron rutinarias, pueden ser revitalizadas, si las desmenuzamos en sus frases, y éstas las repetimos al modo litánico.

Ya se entiende que el soplo de Dios henchirá a veces nuestras velas y no será necesario que nos fatiguemos remando; pero los arbitrios sencillos que proponemos podrán ayudar a algunos y eso nos basta. ¡Que el rosario y las cuentas del rosario nos acerquen a Dios! (Alberto Valenzuela, S.J.)

Las Cuentas

Tienen la función evidente de facilitar el recogimiento del espíritu. De una se pasa a la otra; su número mantiene las repeticiones dentro de una medida convencional que la larga experiencia de una tradición ha mostrado ser conveniente. Si no tuviéramos estos elementos, el que reza estaría pendiente de no exagerar por lo mucho o por lo poco, y su atención estaría distraída de lo esencial. Las cuentas por sí mismas se encargan de contar en su nombre. Hay algo mecánico aquí, sí, como lo hay en tantas cosas. Todo requiere aprenderse, ejercitarse. Eso es precisamente hacerse a un "mecanismo" por medio del cual la acción surge como "por sí misma"; o mejor... la energía y la atención permanecen libres para aquello que es más importante.

El Rosario (las cuentas) es un sacramental: "signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida". (Nvo Cat 1677)

Puede ser bendecido por un sacerdote en cuyo caso se gana indulgencia parcial cada vez que se haga un acto de devoción con él (usarlo al rezar el Rosario, besarlo...)

En otras religiones se usa también "el pasar las cuentas", como los hindúes para sus oraciones y los mahometanos para repetir el nombre de Alá.

Las Indulgencias Actuales

Según las últimas normas (1968 y 1986) las indulgencias concedidas al rezo del santo Rosario son:


INDULGENCIA PLENARIA

A. Cumpliendo los requisitos Generales:

1. Ser sujeto capaz de ganarla.

Ser bautizado, que tenga uso de razón, no excomulgado, en estado de gracia, al menos al fin de las obras prescritas (c.996).

2. Tener la intención, al menos general, de ganarla.

Ya que son un favor o beneficio que la Iglesia no impone, sino concede, al que quiera recibirle. Puede ser actual, virtual o habitual (c.996). (Actual es tener la intención en el momento de realizar la obra. Virtual o implícita, es cuando la intención es expresada anticipadamente para una o más indulgencias, por ejemplo, el decidir rezar lo más frecuentemente el Rosario en familia, porque así se gana indulgencia, hace que YA haya intención de ganarla, aunque en el día o momento en que se rece no se piense o diga. Habitual es expresar periódicamente la intención de ganar todas las que se pueda; como tener la costumbre, muy recomendable, de hacer la intención en el ofrecimiento de cada mañana).

3. Cumplir con las obras prescritas, en el tiempo determinado, y del modo debido.

En forma personal, ya que el que ha de ganar la indulgencia debe hacer todo él mismo. No se puede ganar para otra persona viva, pero si pueden ser aplicadas a los difuntos "a modo de sufragio" (c.994):

"Rezar el rosario en una iglesia u oratorio público, en familia, en una comunidad religiosa o en una asociación piadosa" NOTA: En el nuevo Enchiridion de septiembre de 1999 se amplía la indulgencia al rezo en grupo aunque no esté jurídicamente establecido.

a. Basta con rezar sólo cinco decenas; pero deben rezarse sin interrupción.

b. Al rezo vocal hay que añadir la meditación piadosa de los misterios.

c. En la recitación pública deben anunciarse los misterios según costumbre aprobada del lugar, pero en la privada basta que el fiel una a la oración vocal, la meditación de los misterios.

d. No se exige tener un rosario (cuentas, corona o contador) que esté bendito para ganar las indulgencias.

4. Llevadas a cabo con espíritu de piedad.

Las obras hechas por vanidad u otro afecto desordenado no responden a las intenciones que el Papa tiene al conceder las indulgencias.

5. Satisfacer todas las condiciones completas.

Si por algún motivo se omite, en todo o en parte, una obra prescrita o una de las obligaciones de tiempo, lugar, etc., no se ganará la indulgencia plenamente o en tanta cantidad (En. 23, 4).

B. Cumpliendo las condiciones particulares que son siempre iguales y han de añadirse a la obra indulgenciada:

1. Confesión sacramental.

2. Comunión Eucarística.

3. Oración por las intenciones del Papa.

Estas tres condiciones se pueden cumplir días antes o después de la obra prescrita. Pero se recomienda que la Comunión y la oración por el Santo Padre se hagan el mismo día (En. 23, 3). Se considera aceptable una semana.

Con una confesión sacramental se puede cumplir el requisito para varias indulgencias plenarias (En 23, 2). Como el requisito de confesión puede ser cumplido una semana antes o después de la obra, la confesión quincenal permite -por lo que respecta a este requisito- ganar una indulgencia diaria durante quince días.

Con una Comunión Eucarística y una oración por las intenciones del Papa se gana solamente una indulgencia plenaria (En 23, 2).

La condición de rezar por las intenciones del Papa se cumple rezando un Padrenuestro y un Avemaría. Puede ser otra oración (En 23, 2).

C. Cumplidos estos requisitos, se puede ganar indulgencia plenaria todos los días, una sola vez, excepto en artículo de muerte (En 21, 1).

INDULGENCIA PARCIAL:

1. Cumplir la obra prescrita:

Rezar el Rosario de otra forma u otras circunstancias no señaladas en la plenaria. Utilizar en el rezo un rosario bendito, rezar el acto de contrición, rezar la jaculatoria "María Madre de gracia...", rezar la Salve, rezar las Letanías Lauretanas, de la Preciosa Sangre, del Nombre de Jesús o del Sagrado Corazón.

2. Cumplir los requisitos generales para las indulgencias.

3. Que se haga la obra prescrita "al menos con corazón contrito" (En 28, 5).

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