jueves, 6 de enero de 2011

EL BAUTISMO DEL SEÑOR




El Bautismo del Señor
9-1-2011
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Navidad

“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”

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Introducción



Celebramos el bautismo del Señor Jesús, que como uno más de su pueblo, se acerca a orillas del Jordán. Como Él escuchó la voz del Bautista, como los primeros cristianos escucharon e hicieron suyo el mensaje de la voz del Padre que marca y remarca la identidad de Jesús de Nazaret como su Hijo amado y predilecto, también nosotros quisiéramos escuchar y hacer vida de nuestra vida la voz del Espíritu del Señor Jesús que misteriosamente nos habita desde el día de nuestro propio bautismo.

Fieles a nuestra condición de bautizados en el nombre del Señor Jesucristo queremos hoy renovar y estrechar nuestra comunión con Él para vivir también como Él, ardidos por la pasión de hacer presente en nuestro mundo el Reino del Padre.
Que renovemos hoy el gozo y el compromiso que implica el haber recibido las aguas bautismales y el Espíritu de Cristo Jesús.




Ver la presentación animada de las lecturas


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Lecturas


Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7

Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceara por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he cogido de la mano,
te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión,
y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»



Sal 28, 1a y 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R.

La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R.

El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R.




Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-38

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
–«Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»




Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 13-17

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba, disuadirlo, diciéndole:
–«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?»
Jesús le contestó:
–«Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere. »
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:
–«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»




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Comentario Bíblico


Está viendo el comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez

También puede ver el de: Fr. Gerardo Sánchez Mielgo



Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo. La escena del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.



Iª Lectura: Isaías (42,1-4.6-7): Te he hecho luz de las naciones
I.1. De las lecturas de la liturgia de hoy, debemos resaltar que el texto profético, con el que comienza una segunda parte del libro de Isaías (40) -cuya predicación pertenece a un gran profeta que no nos quiso legar su nombre, y que se le conoce como discípulo de Isaías (los especialistas le llaman el Deutero-Isaías, o Segundo Isaías)-, es el anuncio de la liberación del destierro de Babilonia. Este mensaje, después, se propuso como símbolo de los tiempos mesiánicos, y los primeros cristianos acertaron a interpretarlo como programa del profeta Jesús de Nazaret, que recibe en el bautismo su unción profética.

I.2. Este es uno de los Cantos del Siervo de Yahvé (Isaías 42,1-7); nos presenta a ese personaje misterioso del que habla el Deutero-Isaías, que prosiguió las huellas y la escuela del gran profeta del s. VIII a. C., como el mediador de una Alianza nueva. Los especialistas han tratado de identificar al personaje histórico que inspiró este canto del profeta, y muchos hablan de Ciro, el rey de los persas, que dio la libertad al pueblo en el exilio de Babilonia. Pero la tradición cristiana primitiva, por su parte, ha sabido identificar a aquél que puede ser el mediador de una nueva alianza de Dios con los hombres y ser luz de las naciones: Jesucristo, el Hijo encarnado de Dios.



IIª Lectura: Hechos (10,34-38): Bautizado en el Espíritu
II.1. La segunda lectura es un testimonio de la tradición apostólica, de la que nace el evangelio de Jesucristo, poniendo de manifiesto lo que han vivido con Jesús aquellos que han sido testigos desde el momento del Bautismo. Es el punto de partida de la vida pública y profética de Jesús de Nazaret; el momento en que se rompe el silencio de Nazaret para iluminar a los hombres. Pedro, que predica el evangelio por primera vez a una familia pagana en Cesarea, rompiendo con los miedos a salir y dejar el judaísmo que le ataban hasta ahora, proclama su experiencia más personal con Jesús. El discurso, pues, de Hch 10 tiene una importancia muy particular para el autor de esta obra, Lucas. Se ha dicho que este es un ejemplo fehaciente del kerygma, de aquello que era la proclamación más esencial de los apóstoles. Pero aquí viene acotado por el apunte de cómo los testigos de la palabra han sido también testigos de la vida de Jesús, desde el bautismo hasta su muerte, y después, las experiencias de la resurrección.

II.2. El texto es un resumen muy particular, de un valor muy significativo. Lo que sucedió en Judea, la muerte y resurrección de Cristo, “comenzó en Galilea” por medio de la unción, en el bautismo de Jesús, del Espíritu. Precisamente en este texto lucano no se menciona, ni a Juan el Bautista ni el mismo hecho del bautismo de agua; de alguna manera como en el relato evangélico de Lucas (3,21-22) que apenas se detiene en el bautismo para subrayar cómo, en oración, Jesús es realmente “bautizado” por el Espíritu que ha de acompañarle siempre como el profeta; y un profeta no puede vivir sin el Espíritu.



Evangelio: Mateo (3,13-17): Solidario con el pueblo
III.1. El evangelio de Mateo describe la escena del bautismo, como es legítimo, en las perspectivas y con los perfiles propios de la teología de este evangelista, donde “cumplir toda justicia” es sintomático. ¿Fue Jesús un seguidor de Juan el Bautista antes de comenzar su misión? Esto no está descartado en la interpretación más histórica de los evangelios. Es verdad que Jesús consideró el movimiento del Bautista como una llamada del tiempo nuevo que se acercaba, pero en su conciencia más personal él debía comenzar algo más nuevo y original. El Bautismo de Jesús, por Juan, sin que carezca de valor histórico, nos es presentado como un símbolo que permite hacer una ruptura entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la Antigua y la Nueva Alianza, entre el tiempo de preparación y el tiempo del cumplimiento de las promesas. Por eso Jesús recibe el Espíritu que le garantiza su misión profética más personal. Ya aquí se perfilan en su verdadera dimensión las palabras de libro de Isaías que leemos hoy. Nadie, como Jesús, puede traer al mundo unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres.

III.2. El texto de Mateo sobre el bautismo no se limita solamente a plasmar la escena, -con un fuerte sentido cristológico-, que le ha suministrado Mc 1,9-11; quiere ir más allá. Por eso es original la negación de Juan a bautizar a Jesús y la respuesta de éste cuando señala: “conviene que cumplamos así toda justicia”. Mucho se ha discutido esta expresión, especialmente “toda justicia”, y no podemos olvidar las intenciones particulares de la teología mateana sobre este concepto de justicia (dikaiosynê). ¿Se quería decir que Jesús, a diferencia de los que venían al bautismo de Juan, no lo necesitaba? Esa es la tesis más común en la interpretación, pero no debemos exagerar este aspecto. Por lo tanto, la intención en este caso es que Jesús quiere ser solidario con el pueblo y ve en las palabras del Bautista el anuncio de un tiempo nuevo que exige “metánoia”, cambio de mentalidad, conversión, para dejar que el tiempo nuevo de Dios transforme la historia y la misma vida religiosa del pueblo. Jesús, pues, acepta ser bautizado porque quiere participar con el pueblo en este nuevo momento, del que él personalmente, por la fuerza del Espíritu, ha de ser protagonista.

III.3. Ese cambio, pues, de mentalidad o nuevo horizonte no estará limitado a un acto penitencial con agua en el Jordán, por mucho simbolismo que ello entrañe. Es el Espíritu que ha de recibir Jesús el que traerá esa nueva mentalidad y esa nueva época. Si bien el relato lleva un sello cristológico indiscutible (“mi hijo amado en quien me complazco), tampoco es exagerado, es decir, en el texto no se respira esa alta cristología con que posteriormente se ha interpretado en la tradición, hasta el punto de ver más un acontecimiento “trinitario” que cualquier acontecimiento religioso en el que se quiere mostrar la diferencia entre lo que pedía Juan y lo que ha de pedir Jesús en su proclamación del Reino. Como se ha puesto de manifiesto en las distintas lecturas de los relatos evangélicos, de los tres, pero especialmente de Mateo y Lucas, el bautismo pasa a segundo término y todo tiene el sentido de la “unción profética por medio del Espíritu”. Eso no quiere decir que Jesús no fuera bautizado por Juan, ¡desde luego que sí! Pero lo que vale es mostrar que no ha de llegar el momento nuevo por bautismos penitenciales (el judaísmo lo practicaba frecuentemente); lo nuevo es la era del Espíritu, que viene sobre Jesús y ha de comunicar y trasmitir a todo el pueblo. El Bautismo de Jesús, pues, se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado de mostrar que ese acto del bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que Él no es un pecador más que viene a hacer penitencia. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el Señor de nuestra vida.


Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
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Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C. Editorial San Esteban, Salamanca 2009.


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Pautas para la homilía



En el Señor Jesucristo los creyentes cristianos descubrimos el cumplimiento de las promesas que durante siglos nutrieron la esperanza del pueblo de Israel. El siervo de Yahvé anunciado por el profeta Isaías, que trae el derecho a las naciones, es este Jesús de Nazaret que se acerca como un judío más, atraído por la llamada a la conversión que Juan el Bautista está proclamando a orillas del río Jordán, a ser bautizado por él.

Tras el bautismo acontece la teofanía. El Espíritu que se posa sobre Jesús y la voz del Padre, marcan y sellan la identidad de Jesús. Dios mismo está en Él, nadie como Jesús ha poseído ni poseerá la presencia del Espíritu de Dios, es tal y tan estrecha esta presencia que se hace identidad. El bautizado en el Jordán es el Hijo de Dios, Dios- uno-como-nosotros.

He aquí un primer acento a destacar en nuestras homilías de este domingo del bautismo de Jesús: nuestra fe en Él como la presencia del misterio de Dios en la historia y en el devenir de la humanidad. Bueno sería destacarlo muy formalmente, incluso con algún rito particular dentro de la celebración eucarística.

Un segundo punto es fijarnos en la misión que el ungido, animado por el Espíritu divino, viene a desempeñar. Él va a implantar el derecho y la justicia. Y ciertamente Jesús lo hizo. Muy particularmente se empeñó en dignificar la vida de todos aquellos con quienes se encontró por los caminos de Galilea y que vivían sin la dignidad, los medios y la felicidad que el Padre quiere para sus hijas e hijos. Esta acogida de Jesús hacia los hallados en los márgenes de la sociedad inaugura un mundo nuevo y una nueva humanidad, una nueva forma de entendernos y de relacionarnos los seres humanos, que sobre todo desde el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal hará presente el Reino de Dios en nuestro mundo.

En tercer lugar es importante destacar que es ésta una buena ocasión para recordar y actualizar en todos los miembros de la comunidad creyente nuestra condición personal de bautizados en el nombre del Señor Jesús. A veces da la impresión de que el gran sacramento del Bautismo que nos une y configura con Cristo Jesús, “el más bello y el más sublime de los dones de Dios”, en la expresión de San Gregorio Naciancieno, lo tenemos un tanto olvidado.

Caer en la cuenta de nuestra condición de bautizados debería instarnos a vivir siempre dando gracias y buscando caminos de coherencia en conformidad con nuestra condición de discípulos y seguidores de Jesús.

Dando gracias por este misterio de comunión con Cristo Jesús, que nos sumerge en su mismo destino de vida entregada hasta el extremo y recuperada por la fuerza del Espíritu de Dios a otra Vida-sin-amenaza-alguna. Bautismo y gozo pascual y sentimiento de plenitud de sentido van siempre estrechamente unidos en lo más profundo del ser creyente cristiano.

Y buscando siempre caminos de coherencia. Hoy los ungidos por el Espíritu de Dios somos nosotros, los creyentes cristianos, y nuestra misión es la misma que dinamizó toda la vida del Señor Jesús. Al igual que Él, también nosotros deberíamos pasar por el mundo haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por cualquier tipo de mal. El sufrimiento sigue estando ahí, marcando y lacerando la vida de no pocas personas. Bautizados en el nombre de Cristo Jesús, fieles a su mismo Espíritu, también nosotros cada día hemos de enarbolar la búsqueda del derecho y de la justicia para tantos seres humanos que carecen de ambos.

Nos descubrimos ungidos y urgidos a hacer presente y a extender en nuestro mundo el Reino de Dios, a cuya causa el predilecto del Padre dedicó todo su ser. Así nos configuramos con Cristo y desde nuestra comunión bautismal con Él vamos impulsando el resurgir de la nueva humanidad cuyo motor es el amor mismo del Padre hacia todo ser humano.



Fr. Cesar Valero Bajo O.P.
Casa San Martín de Porres – Móstoles (Madrid)


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