domingo, 22 de enero de 2012
Fiesta Virgen de la Candelaria de Huanchaco 2012
Fiesta Virgen de la Candelaria
Con gran fe y devoción los fieles de Huanchaco vienen celebrando desde el pasado 14 de enero su festividad patronal en honor a la Virgen de la Candelaria del Socorro de Huanchaco. La hermandad informó que la peregrinación al "Cerrito de la Virgen” se realizará el domingo 29 de enero; y los recorridos procesionales con la sagrada imagen de la “Reina, Madre del Amor y de la Paz Universal”, se efectuarán el 1 y 2 de febrero, días centrales de la fiesta patronal.
NUESTRA HERMANDAD DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS DE TRUJILLO PARTICIPARÁ EL 02 DE FEBRERO DEL 2012.
LUGAR DE REUNIÓN: TEMPLO SANTO DOMINGO.
HORA: 3: 00 PM., LUEGO NOS TRASLADAREMOS A HUANCHACO.
PARTICIPACIÓN OBLIGATORIA DE TODOS LOS HERMANOS.
SECRETRARÍA DE RELACIONES PÚBLICAS y
CAPATACÍA GENERAL
martes, 3 de enero de 2012
Ciclo B: El Bautismo del Señor ( 8 de Enero)
Introducción
Así resume Pedro su experiencia de Jesús de Nazaret, “ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo”. Es lo que hoy celebra la Iglesia, cerrando así el tiempo litúrgico de la Natividad del Señor.
Jesús se acerca a ser bautizado por Juan en el Jordán, y tras el bautismo queda de manifiesto a todos que el Espíritu de Dios está en Él y es el Hijo amado y preferido del Padre.
Una buena ocasión para que cada uno de nosotros renovemos y nos afiancemos en nuestra condición de bautizados en el nombre del Señor Jesucristo y ungidos también por la fuerza de su Santo Espíritu. Es fiesta de gozo y gratitud al Dios de la vida y del amor por nuestra condición de bautizados en el nombre de su Hijo, que ha unido nuestro destino al suyo. Y es también fiesta de compromiso en la renovación de nuestra fidelidad al Espíritu que siempre nos impulsa a recorrer caminos de justicia, bondad y paz.
Ver la presentación animada de las lecturas
Lecturas
Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7
Así dice el Señor:
«Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu,
para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará,
no voceara por las calles.
La caña cascada no la quebrará,
el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho,
no vacilará ni se quebrará,
hasta implantar el derecho en la tierra,
y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia,
te he cogido de la mano,
te he formado, y te he hecho
alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos,
saques a los cautivos de la prisión,
y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
Sal 28, 1a. 2. 3ac-4. 3b y 9b-10 R. El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R.
La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica. R.
El Dios de la gloria ha tronado.
En su templo un grito unánime: «¡Gloria!»
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno. R.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-38
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
– «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.»
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
– «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
–«Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
Comentario Bíblico
Está viendo el comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez
También puede ver el de: Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Con la fiesta del Bautismo del Señor que celebramos en el segundo domingo de Enero se cierra el tiempo de Navidad para introducirnos en la liturgia del tiempo ordinario. En la Navidad y Epifanía hemos celebrado el acontecimiento más determinante de la historia del mundo religioso: Dios ha hecho una opción por nuestra humanidad, por cada uno de nosotros, y se ha revelado como Aquél que nunca nos abandonará a un destino ciego y a la impiedad del mundo. Esa es la fuerza del misterio de la encarnación: la humanidad de nuestro Dios que nos quiere comunicar su divinidad a todos por su Hijo Jesucristo.
Iª Lectura: Isaías (55,1-11): Buscadme y viviréis
I.1. El “poema” de la primera lectura del día es uno de los textos maravillosos producidos por la teología profética. El llamado Deuteroisaías nos habla de la Palabra de Dios que, como la lluvia, da vida, moviliza todas las energías de la naturaleza. Es un texto que aparece varias veces en los ciclos litúrgicos. El poema es complejo, es decir, no es una pieza homogénea y puede prestarse a varias lecturas y a interpretaciones simbólicas de mucho calado, según las circunstancias. Cierra el ciclo de la parte que se considera el Deuteroisaías y por eso mismo ha podido ser retocado en circunstancias distintas de la transmisión. Tiene dos partes bien claras (vv. 1-5 y vv. 6-11; e incluso se completa con un epílogo vv. 12-13). La primera parte nos habla de la alianza y de su renovación. La segunda es la descripción del camino de Dios por medio de la palabra que da vida.
I.2. Se puede poner de manifiesto en la liturgia de hoy que quien se acerca a escuchar a Dios tendrá vida. ¿Cómo? Por medio de la Palabra que anuncian sus profetas, sus sabios e incluso toda la tierra. El simbolismo de la lluvia y la nieve, símbolos de vida, es algo proverbial. Por eso, aplicado a Jesús que abandona Nazaret para comenzar a hablar como profeta, tiene todo su sentido. A Dios hay que escucharlo por medio de los verdaderos profetas que interpretan la historia, porque toda liberación y restauración es fruto de su palabra.
IIª Lectura: Iª Carta de San Juan (5,1-9): Creer en Cristo y amar a Dios en los hermanos
II.1. La segunda lectura es uno de los textos en los que el autor de esta carta, escribiendo a su comunidad, les propone un cristianismo práctico. No es posible creer en Dios sino aceptando a Jesucristo y por eso, deduce el autor, se han de cumplir los mandamientos de Dios. La polémica está servida en este texto que no solamente es teológico, sino cristológico y eclesiológico. A Dios se le encuentra por medio de Cristo, por la fe. Pero este creer no es el gozo de un mundo estético ni la apologética extremista de que hay que creer en Dios y en Cristo porque no hay más remedio. Porque solamente la fe en Cristo, revelador de Dios, hace posible una vida de fraternidad, es decir, de amor entre los hermanos. A eso nos referimos con la expresión de un “cristianismo práctico”.
II.2. Los mandamientos de Dios, en plural, se reducen a un singular: el amor a los hijos de Dios. Así es como crece la fe más ortodoxa para este cristianismo que se propone al mundo. Esa es la fuerza de la fe que vence al mundo. Porque, para el autor, el mundo no son las cosas, la naturaleza, lo ecológico, sino que el mundo es el desamor, el odio, la guerra, la maldad. Y todo esto no crece en la espesura del bosque o en las hendiduras de las rocas: crece en el corazón humano y está absolutamente personalizado. Y la fe que vence a ese mundo es el amor que se apoya en Jesucristo y se ha revelado por medio de tres testigos: el Espíritu, el agua y la sangre (los dos primeros hacen referencia al texto del evangelio de hoy; el tercero, a su muerte).
III. Evangelio: Marcos (1,7-11): El bautismo en el Espíritu
III.1. En las tradiciones cristianas primitivas, el evangelio del “Hijo de Dios” (como le llama Marcos (1,1), no comienza de improviso, sin cerrar el pasado, sin romper los silencios y las noches de espera y esperanza de un tiempo nuevo. Muchos creyeron que eso había llegado con Juan el Bautista. Y esto se conserva latente en el cristianismo antes de que comenzaran a ponerse en pie las identidades de la religión nueva: el cristianismo. Hoy no se discute que Juan el Bautista fue el precursor del Jesús, al menos en la interpretación fundamental. Había, pues, que separar y decir algo de cómo todo comenzó en Galilea. Pero Jesús, que conoció al Bautista, que incluso se interesó por su causa y su predicación, no se quedó con él… Por eso el texto muestra, por medio de la escena del bautismo, la diferencia entre un proyecto penitencial y el proyecto evangélico: el bautismo en el Espíritu de Dios.
III.2. El texto nos habla del testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús, quien llevará a cabo su obra, no por un bautismo de agua (aunque sea un símbolo), sino por el bautismo en el Espíritu. Es una escena cristológica de las primeras comunidades cristianas que Marcos ha asumido como inauguración solemne del ministerio público de Jesús. Es la presentación profética, pero sencilla, del que ha de revelar a Dios, sus mandamientos, su proyecto de salvación y de gracia. Jesús vino al Jordán como hombre, pero al pasar por el Jordán, como el pueblo, quedó «constituido» en el profeta definitivo del Dios de la salvación. Por eso se ha dicho que este es un relato de “vocación” profética. La escena del Bautismo de Jesús, en los textos evangélicos, viene a romper el silencio de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.
III.3. El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los pecados, una etapa nueva, decisiva más bien, donde fuera posible volver a tener conciencia e identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ello por solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener mucho cuidado en mostrar que ese acto del bautismo va a servir para que se rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que Él no es un pecador más que viene a hacer penitencia. El es el Hijo Eterno de Dios que, como hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el «señor» de nuestra vida.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura
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Este comentario está incluido en el libro: Sedientos de su Palabra. Comentarios bíblicos a las lecturas de la liturgia dominical. Ciclos A, B y C. Editorial San Esteban, Salamanca 2009.
Pautas para la homilía
Era necesario un cambio.
La fuerza de la fe del pueblo de Israel se había fosilizado. Había perdido el coraje, el vigor y el Espíritu. No es que fuera una sociedad secularizada, sin Dios, como hoy entendemos y somos. La ley de Yahvé, su culto y sacrificios en el templo, el recuerdo de sus gestas en la historia del antiguo Israel, permanecían vivos en la práctica y en el recuerdo de los contemporáneos de Juan el Bautista y de Jesús de Nazaret, que lo rememoraban con particular intensidad en sus grandes fiestas anuales. Pero todo ello, si bien focalizado hacia Dios, carecía de la vida de Dios, del Espíritu de Dios.
Por eso Juan comenzó a predicar y a bautizar, llamando a una vivencia más auténtica de la fe en Yahvé. Y barruntó una nueva presencia del Espíritu, que se manifestó tras el bautismo de Jesús, cristalizando en el Nazareno la identidad de Hijo amado y predilecto del Padre.
A partir de aquí, Jesús comienza a vivir de forma plena y en exclusiva para el proyecto del Padre, manifestado ya desde antiguo en la predicación profética: implantar la justicia y el derecho, ser luz para los ciegos y libertad para los cautivos, oferta de bondad y liberación de todo mal. Nuevo impulso de vida, en definitiva, para una humanidad anquilosada y desnortada.
He oído estas últimas semanas a personas distintas decir: “parecemos tristes”. Hace veintisiete años, Jesús Burgaleta, recordado y querido profesor, escribía en una pauta homilética para este mismo domingo: la crisis que padecemos “es crisis económica, crisis política, crisis de convivencia, crisis de valores, crisis de modelos, crisis de identidad, crisis religiosa. Se nos ha juntado todo a la vez: estamos enfermos y sin defensas. Soñamos con la salida, estamos ansiosos de descubrir nuevos valores, nos bebemos las páginas del periódico cuando nos da la noticia de nuevas tecnologías, de fuentes de energía sustitutoria, de nuevas perspectivas de trabajo”.
Sin ánimo de pesimismos o derrotismos estériles hemos de convenir en que mucho de todo esto también lo vivimos hoy, casi treinta años después. Y la salida, hermanos, ya está aquí, entre nosotros. El Espíritu que hizo de Jesús el Hijo amado y predilecto del Padre se nos ha dado también a nosotros. Su Fuerza nos habita. Su Vida nos vivifica. Su Programa de acción es el camino a recorrer cada día.
El proyecto de Dios sobre la Tierra y sobre la humanidad está aún lejos de su realización.
En la mente de cada uno de nosotros están los puntos oscuros de la historia que en este preciso momento estamos gestando. Alguien ha definido nuestro tiempo y nuestra cultura contemporáneos con los preocupantes calificativos de ansiedad, frustración, desengaño, indignación… Porque somos muchos los que seguimos sin luz para entendernos, sin libertad para realizarnos, sin bondad para crecer equilibrados y sanos. Porque somos muchos los que nos sentimos engañados, defraudados, desconsolados, amenazados; por no decir explotados, cosificados, arrinconados o como material de desecho.
Y en medio de todo esto, el Espíritu de Dios nos impulsa hoy, como antaño a Jesús, a pasar por el mundo, por este mundo, haciendo el bien y liberando a todos los oprimidos por el mal. ¡Qué hermoso y beneficioso para nuestra humanidad que hoy nos pongamos humildes y generosos a la escucha del Espíritu que nos fue dado en nuestro propio bautismo, para que descubramos por dónde quiere guiar nuestros pasos y encaminar nuestros esfuerzos! Seámosle fieles. Están en juego la vida y la esperanza, la justicia y la paz. La dignidad. Esa huidiza y vaporosa realidad que llamamos dicha, o felicidad.
Epifanía del Señor (6 de enero)
Epifanía del Señor
6 de enero
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.
Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.
domingo, 1 de enero de 2012
Domingo 01 de Enero, 2012 Santa María, Madre de Dios
Domingo 01 de Enero, 2012
Santa María, Madre de Dios
Solemnidad
Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos
Que te alaben, Señor, todos los pueblos
Antífona de Entrada
Te aclamamos santa Madre de Dios, porque has dado a luz al rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos.
Se dice Gloria.
Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios, que por la fecunda virginidad de María diste al género humano el don de la salvación eterna, concédenos sentir la intercesión de aquélla por quien recibimos al autor de la vida, Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina contigo.
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro de los
Números (6, 22-27)
En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:
“Di a Aarón y a sus hijos:
‘De esta manera bendecirán a los israelitas: El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda la paz’.
Así invocarán mi nombre
sobre los israelitas y yo los
bendeciré”.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 66
Ten piedad de nosotros, Señor,
y bendícenos.
Ten piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros.
Que conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora.
Ten piedad de nosotros, Señor,
y bendícenos.
Las naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones.
Ten piedad de nosotros, Señor,
y bendícenos.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos. Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero.
Ten piedad de nosotros, Señor,
y bendícenos.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Gálatas (4, 4-7)
Hermanos: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estábamos bajo la ley, a fin de hacernos hijos suyos.
Puesto que ya son ustedes hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, que clama “¡Abbá!”, es decir, ¡Padre! Así que ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros padres, por boca de los profetas. Ahora, en estos tiempos, nos ha hablado por medio de su hijo.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio
según san Lucas (2, 16-21)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su
corazón.
Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.
Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice Credo.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Al celebrar hoy a Santa María, Madre de Dios, oremos por nosotros y por todos los hombres y mujeres que buscan a Dios y digamos juntos:
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que la sabiduría, que procede de lo alto, ilumine a nuestros pastores para que en nombre de Dios promuevan la paz y la justicia.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que el Señor bendiga a su Iglesia, la proteja, y haga que sea, como María, Madre de los creyentes.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que el Señor tenga piedad de nuestra sociedad y manifieste su cercanía a todos los que sufren, están tristes o viven marginados.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que María, modelo de mujer y de madre, ayude a todas las mujeres a vivir con dignidad.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que María mantenga unidos a los cristianos y nos ayude a acoger a Jesús en nuestra vida.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Para que María, la Madre de Dios y Madre nuestra nos enseñe a acoger a Jesús en nuestras vidas.
Oremos.
Mira a la Madre de tu Hijo
y escúchanos.
Celebrante:
Mira a tu Madre, Señor, y escucha nuestras oraciones, y ya que es también nuestra Madre, haz que vivamos siempre bajo su protección para que Ella guíe nuestros pasos hacia Ti. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Oración sobre las Ofrendas
Señor, tú que eres el origen de todos los bienes y quien los lleva a su pleno desarrollo, concede a quienes celebramos en la Virgen María, Madre de Dios, las primicias de nuestra redención, alcanzar la plenitud de sus frutos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de
Santa María Virgen I
Maternidad de la santísima
Virgen María
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria en la maternidad de Santa María, siempre virgen:
Porque ella concibió a tu único Hijo por obra del Espíritu Santo y sin perder la gloria de su virginidad, hizo brillar sobre el mundo la luz eterna, Jesucristo nuestro Señor.
Por él, los ángeles y los arcángeles y todos los coros celestiales, celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Jesucristo es el mismo ayer,hoy y por todos los siglos.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, que estos sacramentos celestiales que hemos recibido con alegría, sean fuente de vida eterna para nosotros, que nos gloriamos de proclamar a la siempre Virgen María como Madre de tu Hijo y Madre de la Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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